dimecres, 4 d’abril del 2012

Las Olvidadas, de Ángeles Caso

Cuando se repasa la historia del arte universal aparecen siempre los nombres de grandes artistas. Siempre nombres masculinos. Nunca de mujeres. ¿Acaso no existieron pintoras, músicas, escritoras, escultoras, grabadoras? Ante esta pregunta suelen aducirse dos explicaciones. Sí que las hubo pero no tuvieron el suficiente nivel como para aparecer en el Olimpo del arte. O no las hubo porque en siglos anteriores las mujeres vivían tan recluidas y limitadas por los hombres que no les dejaron ningún espacio a la creatividad y el arte. Aunque ésta última afirmación se aproxime a la realidad, la verdad es que pese a esa reclusión y limitaciones, sí que existieron. Y algunas con una categoría artística de primer nivel. Mujeres cuya creatividad fue más grande que sus cadenas y se rebelaron contra el sistema para escribir, pintar o modelar. Sin embargo, no han pasado a los anales de la historia del arte simplemente porque sus nombres han sido borrados de la historia. Algunas ninguneadas, otras porque firmaron sus obras ocultas tras nombres de sus maridos o compañeros de taller, pero la mayoría porque sus obras han sido atribuidas a hombres, usurpándoles el mérito de su creatividad y su arte. Rescatar del olvido a todas estas mujeres creadoras que existieron y lucharon por existir en el pasado es el objetivo de Las Olvidadas, un libro de Ángeles Caso que recupera los hombres de las artistas que poblaron los tempranos siglos XII, XII, XIV, XV, XII y XVII. Una época donde ser mujer no era fácil. Y mucho menos ser mujer artista.

La escritora llega a este tema después de estudiar Historia del Arte en la Universidad y comprobar estas grandes lagunas femeninas en los libros y los planes de estudio. Se aprecia en la obra un gran esfuerzo de documentación, recopilación y confirmación para presentarnos este revelador y justo mosaico de nombres femeninos.

Las protagonistas de Las Olvidadas

Ángeles Caso va desgranando los nombres de esas creadoras agrupadas por épocas, condiciones o arte. Así, tenemos a las monjas, las escritoras de salones franceses, las pintoras de la corte, las dramaturgas contemporáneas a Lope de Vega, las novelistas, las historiadoras, las escultoras brillantes. Pero lo mejor del libro no es sólo el esfuerzo y el homenaje de presentarnos esos nombres injustamente olvidados para dárnoslos a conocer demasiados siglos después, sino también el interesante trabajo de contexto que ofrece la autora. Así, realizamos un completo repaso de la historia medieval y moderna, pero evitando los datos históricos que todos conocemos (guerras, reinados, batallas) sino la vida cotidiana de las mujeres corrientes en aquella época. Así, podemos saber cómo funcionaban las dotes en aquella época. Lo que hoy sería el equivalente a la fianza al alquilar un piso, era un seguro a la hora de entregar a una hija, cuyo dinero podía ser recuperado si el marido moría o no cumplía con sus obligaciones. El dinero, evidentemente, regresaba al padre, nunca a la esposa viuda o despechada. También era necesaria una dote para entrar en un convento, así que se evitaba que éstos se llenasen de muchachas de clases populares cuyas familiares preferían recluirlas tras los muros de la religión que una vida de trabajo y hambre fuera del convento. Pero claro, en una época en que todas las familias eran numerosas porque no existía la idea de planificación familiar, incluso las familias más acomodadas se quedaban sin dote para boda ni para convento para las hijas más pequeñas.

La autora también revela situaciones poco conocidas como el hecho que hubo una época en que hombres y mujeres tenían semejantes papeles en los conventos que podían ser mixtos, y donde las mujeres llegaban incluso a hacer misa. En este contexto, Caso nos presenta la historia de Hildegarde de Bingen, abadesa del siglo XII que fue una brillante intelectual y mujer de ciencia de la época, que nos ha dejado 70 composiciones musicales, escritos religiosos, tratados de medicina y ciencias naturales. Ha sido un placer conocer la historia de esta gran mujer que descubrí gracias a la canción de Claire Pelletier. Y si a Hidelgarde ya la conocía, la que ha sido un auténtico descubrimiento ha sido Cristina de Pisan, una auténtica feminista de la época que defendió el papel de las mujeres en la sociedad más allá del cuidado de los hijos y el hogar. Un papel en la vida pública y una vida con mayor independencia y libertad. Aquí, Ángeles Caso nos ilustra sobre cuál era el papel de la mujer en la sociedad, cuáles eran sus tareas encomendadas y las no permitidas. Hilanderas, costureras, lavanderas, criadas, era los oficios permitidos a las mujeres. Y ya en este momento cobrando la mitad del salario que los hombres por las mismas tareas. Injusticia en la que se ha avanzado un poco en 8 siglos, pero no se ha acabado de solventar. Por supuesto, debe haber temas más prioritarios para los hombres que son los que han decidido hasta ahora. En este capítulo, Caso nos habla también de la esclavitud que en el caso de la mujer llegaba a considerarse que un hombre que se acostaba con su esclava no cometía infidelidad porque no se consideraba ni siquiera una mujer, un ser humano. Son estas algunas de las reinvocaciones de Cristina de Pisan a mediados del siglo XIV. Aunque su creatividad empezó mucho antes con poemas de amor y de dolor recogidos en un libro titulado “Cien baladas” o El libro de la Rosa, que se convirtieron en best-seller de la época, libros autobiográficos  y sobre todo escritora de política, historia y moral. Aunque su libro más famoso es el Libro de la Ciudad de las damas. Pisan además fue la inciadora de lo que se denomina “querella de las damas”, una polémica entre hombres y mujeres que se desarrolló a través de los siglos donde se discute si las mujeres están igual de capacitadas que los hombres, polémica que desgraciadamente sigue viva siglos más tarde.

Excomulgadas, condenadas, quemadas en la hoguera, encerradas por su pensamiento libre, censuradas, burladas, despreciadas, repudiadas, acusadas de prostitutas  por la sociedad de tanta misoginia, estos eran algunos de los peligros de las mujeres que en la historia optaron por el conocimiento y la creatividad. Al optar no el conocimiento además se negaban al matrimonio y al amor, y escogían una vida dura y mísera, puesto que las mujeres no podían cobrar por sus obras (cuadros, esculturas) bajo peligro de ser consideradas prostitutas por “venderse por dinero”.

Grandes mujeres de la creación y la lucha por los derechos de la mujer

He conocido además el caso de Teresa de Cartagena que ya en 1425 denunciaba la doble discriminación de ser mujer y sufrir discapacidad, puesto que se quedó sorda de una enfermedad en la adolescencia.

Otra de las grandes protagonistas del libro que merece un capítulo entero es Sofonisba Anguissola, una pintora brillante que fue pupila alabada de Miguel Ángel y fue pintora de la familia real de Felipe II. La mayoría de estas obras han sido expuestas en museos de todo el mundo pero atribuidas a pintores como Tiziano, Antonio Moro, Alonso Sánchez Coello o Juan Pantoja de la Cruz. Yo misma he visto algunos de estos cuadros en el museo del Prado pero hasta hace poco bajo el nombre de un hombre.

El siglo de Oro fue un gran siglo para el arte, pero también para el femenino. Las Olvidadas explica como en esta época, las restricciones contra las mujeres se vuelven todavía más férreas llegando a realizar normas y leyes que limitaban la vestimenta y los movimientos de las féminas. Una sociedad muy misógina reflejado en algunos de los grandes nombres de su literatura como Quevedo, Góngora, Lope de Vega o Calderon de la Barca. Casi todos ellos afilaron su pluma contra las mujeres creadoras de la época como María de Zayas que escribió novelas ejemplares donde denuncia como las mujeres son víctimas de los engaños y abusos de los hombres. Una figura paralela pero en Inglaterra la encontramos en Aphra Behn que escribió poemas, obras de teatro, novelas como Oroonoko que está consideraba la primera novela antiesclavista de la historia. En la misma época, las mujeres francesas gozaban de mayores libertades que las españolas y mayor espacio para la creatividad como sería el ejemplo de los salones donde se discutía sobre arte, política o sociedad. En esa época surgieron diversas escritoras francesas que fueron ridiculizadas por sus compañeros contemporáneos como repelentes y cursis. De esta época es La princesa de Clèves, considerada una de las más hermosas novelas francesas por Madame La Fayette.

El último capítulo está dedicado a dos grandes artistas rebeldes del barroco. Luisa Roldan que fue escultora, escultora de cámara de Carlos II y Felipe V, y la gran pintora Artemisia Gentileschi. Las dos se rebelaron contra sus padres y la sociedad que las rodeaba para vivir su arte por su cuenta y su vida en libertad. Artemisia fue una pintura de carácter con una pintura oscura, dura, agresiva, apasionada. Sin embargo, sus cuadros han sido atribuidos a su padre, a Caravaggio y a otros pintores de la época.









Nota: gracias a mi amiga y compañera Sandra por abrirme la puerta a conocer todos esos nombres desconocidos para mí  hasta ahora.

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