dissabte, 31 de desembre del 2022

Balance del 2022

Después del revolcón vital del 2021 que partió mi vida en dos, este 2022 ha sido uno de los mejores años de mi vida.

La que fuera mi mejor amiga me dijo una vez que algún día alcanzaría la “plenitud de María” (mi segundo nombre porque el que ella me llamaba). Y creo que ha llegado este año. Esperemos que dure.

Tengo la sensación de haber dejado de esperar a que las cosas pasen, e ir directamente a buscarlas  y provocar que pasen. A tomar las riendas de mi vida y ser protagonista y no secundaria. Me he enfrentado a muchos de mis miedos, he sido valiente, he plantado cara a los retos, he renunciado a proyectos de forma meditada y consciente, he tomado decisiones complicadas con calma y serenidad. He vuelto a ir en bicicleta, he vuelto a conducir después de más de 20 años, he seguido adelante por la montaña cuando me encontraba un perro sin evitar la situación, pero temblándome las piernas. 

He leído muy poco y he escrito aún menos. Pero no he leído mucha ficción, porque la no ficción la he devorado. He empezado el trabajo de final de máster y estoy disfrutando con el tema que he elegido.  He ido al teatro, he ido a conciertos, me he comportado como una fan adolescente hablando y haciéndome una foto con Ismael Serrano, he ido a recitales de poesía, he vistos series, muchas series, pero no he ido al cine. He pasado ratos en bibliotecas y librerías de segunda mano. He caminado, he caminado mucho. He cocinado, he restaurado muebles, he hecho manualidades. He hecho dos medias maratones. Y he ido durmiendo cada vez mejor.

He recuperado a la familia paterna con la que hace más de 15 años que había perdido contacto y también he adquirido una nueva gran familia política. He jugado con mi sobrino que es una de mis aficiones preferidas. He juntado en diversas ocasiones a mis amigas, creando un núcleo de amistad estimulante y confirmando que estoy rodeada de mujeres excepcionales. También he ampliado mi círculo de amigos con nuevas amistades. He tenido que afrontar situaciones complicadas en el trabajo y he dicho adiós a compañeras que emprendían nuevos proyectos.

He vuelto emocionada a Estambul, la ciudad que más adoro en el mundo, y se me ha saltado las lágrimas al cruzar el puente Gálata. He regresado a Madrid, otra ciudad que me encanta, y también me he estremecido al pasear por la Gran Vía. Y he deambulado por segunda vez por Berlín. Pero también he descubierto lugares nuevos: he cruzado la frontera de Turquía y Bulgaria en tren. He guardado silencio en monasterios ortodoxos, he ido hasta el monasterio del Nombre de la Rosa en Turín, he bebido vino y comido crêpes en Narbone y en Nantes. He paseado por la orilla de Duero y he recitado a Machado delante de su olmo seco, he caminado por montañas en Cataluña, Aragón y Castilla. He cantado canciones antiguas y coplas en el coche a grito pelado, he jugado muchísimo al Trivial, he dormido en tiendas de campaña y en furgoneta, confirmando lo que ya que sospechaba: que me encanta viajar en furgoneta.

He estado ingresada por un falso diagnóstico de una enfermedad rarísima que hacía años que no se daba en España, he pasado el covid, me he vacunado de papiloma, me he hecho muchos análisis de sangre.

Y me he enamorado perdidamente de una persona maravillosa que ha hecho del 2022 uno de los mejores años de mi vida.