diumenge, 31 de gener del 2021

Ejercicio para retener la poesía de Wislawa Szymborska

 La lectura de los poemas de Wislawa Szymborska me ha causado una honda impresión. Estoy asombrada por su poesía, magnifica, como pintada con técnica de claroscuros, que te acompaña con voz queda y un lenguaje sencillo a hacerte las preguntas profundas de la existencia humana a través de situaciones de la vida cotidiana.

Pero esa lectura me ha generado una inquietud que me invade a veces cuando acabo un libro que me ha impresionado. Es como inevitable que todo lo leído, todo lo aprendido, todo lo sentido se diluya, sólo puedes retener una ínfima parte.

En este caso, además no puedo ni tener el placer de seguir tejiendo la trama compartiendo mis impresiones con otros lectores porque aunque ganó el Premio Nobel de Literatura hace un par de años no conozco a nadie que la haya leído. En realidad, conozco a poca gente que lea literatura, así que una poeta polaca mucho menos. Me sentía con el compromiso de darla a conocer, me parecía una lástima que el resto de los amantes de la poesía se perdieran esta joya por desconocimiento. Además, no podía cerrar el libro sin más y colocarlo en la librería y empezar otro. De hecho, no he podido empezar otro libro desde entonces y no me despertaba interés el que ya tenía a medias. Es como cuando acabas una onza de intenso chocolate, que intentas retrasar el momento de lavarte los dientes o de comer otra cosa para mantener el saber el máximo de tiempo posible en tu boca. Así, creo que estoy intentando retener los poemas y las palabra de Szymborska sobrevolando sobre mi espíritu, que el tiempo no los desvanezca, que el viento de los días no los diluya como la niebla, que las otras lecturas no borren las palabras como cuando escribes en la arena.

Sentí que para que esos poemas me acompañaran más tiempo, para que pasaran a formar parte de mí habría sido capaz de comerme página a página si así hubiera podido fundirse con su esencia como nuestro cuerpo absorbe la vitamina C cuando comemos una naranja.

De adolescente copiaba fragmentos que me gustaban en una libreta. Luego los releía una y otra vez y, algunos, los memorizaba. Por qué perdemos algunas buenas costumbres cuando crecemos? Ya no nos queda tiempo para memorizar un poema o leerlo veinte, treinta, cincuenta veces. Ahora subrayo los versos, los fragmentos que me gustan, y marco los poemas que me gustan enteros y donde no vale la pena subrayar cada frase. A veces hago fotos y los comparto en las redes sociales. Y me pregunto si eso es todo? Cómo puede ser eso todo? Cómo puede el arte y el talento de una escritora destilado en un puñado de poemas seleccionados consumirse en tres o cuatro días y olvidarse. Pero cómo retenerlos? Pienso que la única manera es trabajándolos, analizándolos, como cuando íbamos al instituto.

Vamos pues a intentarlo.

Szymborska plantea grandes preguntas que nos hemos hecho los humanos desde siempre. Por que soy un homano y no otro ser vivo o inanimado? Qué hacemos aquí? Qué sentido tiene nuestra existencia? Por eso cuál Heráclito avisa:

“Nada sucede dos veces

Ni sucederá, y por eso

Sin experiencia nacemos

Sin rutina moriremos”

Dicen que escribe poesía filosófica pero lo hace con un lenguaje sencillo, cotidiano, accesible. Y además, y aquí está también la clave, con un sentido del humor y una ironía que te arranca siempre una sonrisa ante preguntas sobre la existencia, sobre la naturaleza, sobre el cosmos, sobre la religión, la mitología. Tiene poemas sobre la conciencia, sobre el suicidio, sobre nuestro lugar en el mundo. Se pregunta siempre, se asombra ante el mundo que la rodea. Por eso, en sus poemas interpela a las nubes, a veces dialoga con las plantas o convierte en protagonistas a los gatos, al viento, a las tortugas, al número Pi. Como Irene Solà en “Canto jo i la muntanya balla” Pero en ningún caso resulta ridículo, sino totalmente verosímil y emocionante, poemas con de capas de significado que abren hilos de pensamiento únicos en cada lector.

A las plantas les viene a decir que ella lo sabe todo sobre ellas, pero qué saben las plantas con las que vive de ella:

“La relación unilateral entre vosotras y yo

 no va mal del todo

(…)

Per cómo contestar a preguntas nunca hechas,

Si, además, una es

Para vosotras tan nadie”

Y a las nubes las describe como elementos pasajeros, efímeros para los que nuestros dramas personales nada importan.

“Frente a las nubes

hasta una piedra parece un hermano

 en el que se puede confiar

y las nubes, nada, primas lejanas y frívolas.

Que exista gente si quiere,

 y después que se muera uno tras otro,

poco les importa a las nubes

todas esas cosas

tan curiosas”

He leído que Symborska reivindicaba la Atlántida como aquel lugar de lugar al que huye nuestra imaginación. “La Atlántida, da igual si ha existido o no, es muy rentable. No sólo desde  el punto de vista científico. También psicológicamente. Es necesaria como un ejercicio de imaginación. No vale la pena vivir desgastando toda nuestra imaginación en temas prácticos”

Al mismo tiempo habla de la guerra, de los refugiados, de la absurdidad de las fronteras.

“¡Qué poco herméticas son las fronteras de los reinos humanos!

¡Cuántas nubes vuelan impunemente sobre ellas,

cuántas arenas del desierto pasan de un país a otro,

 cuántas piedras del monte ruedan por propiedades ajenas

 dando provocativos saltos!”

Aquí sobre la guerra

“Después de cada guerra

alguien tiene que limpiar.

No se van a ordenar solas las cosas,

digo yo”

Nos habla también del amor. Pero no de un amor fácil y sensiblón, sino de un amor cotidiano.  Como un poema delicioso sobre el amor a primera vista donde nos deja entrever cuántas veces se cruzaron antes de conocerse y no se percataron el uno del otro, que me recuerda a como la casualidad juega con los protagonistas de “Los amantes del círculo polar. También le dedica un poema al amor con el que duermes cada noche:

“Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo.

No vuelo sobre él, de él no huyo

Entre las raíces arbóreas. Estoy demasiado cerca

No es mi voz el canto del pez en la red

(…)

Estoy demasiado cerca para que pueda entrar como un huésped

Que abriera las paredes a su paso.

Tiene poemas dedicados al insomnio de las cuatro de la madrugada, que tan bien conozco:

“Hora vacía

Sorda, estéril.

Fondo de todas las horas.

Nadie se siente bien a las cuatro de la madrugada.

Si las hormigas se sienten bien a las cuatro de la madrugada,

Habrá que felicitarlas. Y que lleguen las cinco,

Si es que tenemos que seguir viviendo”

Poemas sobre echarse a suerte quién va a visitar a una persona moribunda al hospital, poemas dedicados a Casandra o al a mujer de Lot:

“Por no mirar más el cogote justo

 de mi esposo Lot.

 Por la súbita certeza de que, si muriera,

ni si quiera se habría detenido.

Por la desobediencia de los sumisos”

 Y a todo esto, tenemos que tener en cuenta que estos poemas que me han impresionado tanto están escritos en polaco y traducidos al castellano, no quiero ni imaginar lo que debe ser leerlos en la lengua original. Así que estoy muy agradecida a los traductores y traductoras que me los han traído hasta aquí y a la editorial que ha decidido que valía la pena invertir tiempo y dinero en publicar un libro de poesía polaca. Así que quiero acabar mi pieza citando que el libro en cuestión es “El gran número” y “Fin y principio” de Poesía Hiperión, y que los textos han sido traducidos al castellano por un equipo de 9 personas.