Estos días estamos hablando tanto con amigos que conocen bien la isla, que casi tengo la sensación de que en Barajas no voy a subir a un avión, sino a una máquina del tiempo que me va a transportar en 8 horas a la España de 1950.
A mi mente de urbanita de clase media de primer mundo le cuesta asimilar el retrato que me hacen del país. Seguramente mi abuela podría hacerse una idea más fácilmente. Hay cosas que deben resultarle muy familiares. “Las tiendas de chinos de aquí” son las boutiques de lujo de allí, nos comentó una amiga el viernes. Nos ha dado un paquete con leche en polvo para una amiga embarazada de La Havana porque no tienen leche. Nos ha pedido que llevemos de todo porque no hay de nada. Papel higiénico, porque utilizan papel de diario, compresas y tampones porque utilizan de tela, jabón, champú, cremas porque si las perdemos no encontraremos donde comprar, medicamentos porque si los necesitamos tampoco encontraremos. Nos ha dicho que van locos por los jabones del hotel, caramelos, pins, los estropajos, bolsas de plástico, ropa interior, libretas, lápices, ropa, chanclas, zapatos, revistas antiguas del corazón, pañales. Llevamos un poco de todo eso, y un par de móviles.
Dos recreaciones literarias sobre Cuba interesantes y distintitas
Para mí el placer de un viaje no se limita al tiempo de realización, al trayecto. Sus márgenes se pueden dilatar tanto como se quiera, por delante y por detrás. Por eso, disfruto tanto del momento del viaje como de la preparación, y la recreación posterior. En la preparación lo que más me agobia son la gestiones, trámites, reservas … y lo que más la documentación, empaparme en el lugar al que voy a visitar. Ya sé que hay otras maneras de viajar, como ir sin expectativas ni información, inocente, a que el lugar te sorprenda, con los ojos cerrados como a una fiesta sorpresa. A mí me gusta más alimentar la ilusión del viaje, arribar al país con un bagaje a cuestas, con imágenes recreadas, con escenarios imaginados, y sí, con ciertas expectativas. Cierto que corres el riesgo de defraudarlas, pero qué pocas veces me ha pasado. Y vale la pena la decepción, por qué nadie podrá quitarme los momentos de disfrute que he pasado soñando con ese lugar, leyendo libros, viendo películas, escuchando música.
Tal vez, Cuba sea el viaje cuyo deleite previo más he dilatado. Seguramente porque hace 10 años que intento visitar la isla, que preparo, me documento, fantaseo … y luego el viaje se trunca. Así que ya llevaba mucha ventaja esta vez. Y por tantas decepciones, no he querido abandonarme a ese placer hasta no hacer real el refrán catalán “no diguis blat fins que no estigui al sac i ben lligat”. Por lo tanto, en esta última ocasión, que ha resultado ser la definitiva, no he tenido más que un mes para alimentar mi hambre de conocimiento. Me habría gustado tener más tiempo para bucear en la riqueza musical del país, para descubrir sus obras cinematográficas y para leer la multitud de novelas que suceden en la isla. Pero también puedo dilatar esa aventura por detrás, y seguir mi investigación a la vuelta.
Como película, me quedo con Havana Blues de Benito Zambrano, el retrato duro y actual de la situación de los músicos en la Havana. Su desesperación, su frustración, su golpes contra el muro. Y también con la fábula “Lista de espera”, un cuento entrañable y delicioso sobre las personas que se quedan atrapadas durante días en una estación de autobuses, esperando una guagua que nunca llega.
Especialmente interesantes han sido las lecturas. Recomendaría dos libros, muy diferentes por género, temática e incluso ambiente, pero igual de interesantes para comprender el país. “Amanecer con hormigas en la boca” de Miguel Barroso es una novela negra, al estilo del género negro americano, muy cinematográfica, que retrata la vida de La Havana justo unas semanas antes de la huída de Batista y del triunfo de la revolución. Es una Havana que bien podría recordarnos a ambientes que conocemos tan bien a través de Hollywood: mafia, gánsters, casinos, prostitución, boxeo, dinero negro, palizas, asesinatos, matones, mujeres fatales … con un tema tan actual como es la corrupción urbanística. Me ha recordado bastante a la película "Havana" de Robert Reford. El otro es “Todos se van” de Wendy Guerra, una novela escrita en forma de diario por una niña que explica su vida desde los 8 a los 20 años con un lirismo y una crudeza inusuales. A través de los ojos desconcertados de una niña, y un mundo interior intenso y profundo, descubrimos la historia de Cuba desde el año 1978 al 1990. Es una Cuba de represión, censura, miedo, abusos, falta de libertad, y especialmente de abandono, donde todo el mundo busca desesperadamente la manera de escapar de la isla.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada