diumenge, 4 de setembre del 2016

Las mejores puestas de sol de mi vida

El título no deja lugar a dudas: se trata de una lista personal basada en mis experiencias. Pero son los lugares que rápidamente me vienen a la cabeza cuando pienso en las mejores puestas de sol que he tenido el privilegio de contemplar. En algunas ocasiones, he tenido la oportunidad de verlas varias veces. Y siempre que estoy en esa ciudad, y puedo, repito ese espectáculo. Estambul, Nueva York y Madrid serían algunos de esos caso. De hecho, las puestas de sol aparecen en orden de preferencia.

1.Uskudar (Estambul)
Sin lugar a dudas, una estampa que ocupa una posición destacada en el ránquing de recuerdos de mi retina es la puesta de sol de Estambul que se puede ver desde Uskudar. De hecho, es uno de mis lugares favoritos del mundo, sobre el que no es la primera vez que escribo. Cada vez que he ido a Estambul, y no son pocas, he considerado como una cita imprescindible cruzar el Bósforo de Europa a Asia para poder contemplar desde los cojines y tomando un té el cielo tiñéndose de rojo sangre rasgándose por el perfil afilado de las mezquitas. Y eso que esa puesta de sol tiene una dura competencia porque hay atardeceres inolvidables desde muchos otros puntos de la antigua  Constantinopla. 


La silueta de la ciudad, los barcos cruzando el estrecho, el grana y dorado del ocaso bizantino favorecen recorrer la ciudad descubriendo miradores privilegiados. La puesta de sol desde el café de Pierre Lotti, desde la terraza de un palacio de Topkapi, desde lo alto de la torre Gálata o de la colina coronada por la mezquita de Solimán el Magnífico, en barco cruzando el Bósforo, sentada en las escaleras de una puerta del palacio del dolmabahçe, en el puente Gálata donde el sol se recorta sobre las cañas de los pescadores o desde cualquiera de las orillas que permitan panorámicas sobre el puente. Ojalá la democracia regrese pronto a Turquía. Vivir sintiendo siempre añoranza de Estambul

2.  Oía (Santorini)
Las puestas de sol en Oía ya no son ningún secreto. Allí acuden hordas de turistas (yo entre ellos) y una de las principales misiones es lograr la mejor ubicación para aguantar el rato de espera y tener las mejores vistas.

 Los que están dispuestos a desembolsar el dinero y pagar los excesivos precios turísticos de las terrazas tienen el problema resuelto. Para los demás, queden los muros, barandillas, escaleras, incluso techos de casas. Una masa de gente se despliega por las faldas del acantilado. Incluso los perros y los gatos toman posiciones para asistir al espectáculo. Sin duda, la masificación, el riesgo de que caer de un tejado y la espera valen la pena. El sol desaparece sobre el mar mediterraneo del azul más intenso que he visto, arrancando destellos naranjas a las casas blancas encaladas, regalando reflejos dorados a las olas. Luego todo queda en calma, en silencio y a oscuras. Dura apenas unos instantes, antes que la jauría de turistas salgamos en estampida para no perder el último autobús devuelta a la capital. 

3.  Miyajima (Japón)
La mayoría de turistas visitan la isla de Miyajima, enfrente de Hiroshima, en un día. Llegan en ferri por la mañana para ver el santuario, algunos templos y hacerse fotos en el famoso torii, una de las imágenes icónicas de Japón, y por la tarde regresan a la ciudad. La falta de alojamiento en la isla, y los precios de pocos hoteles y ryokanes que tienen habitaciones, también lo facilita. Pero cuando se van todos los turistas de un día y nos quedamos sólo los pocos afortunados que hemos logrado una habitación para dormir (y que podemos pagarla) llega el momento más especial de la visita. Todos los que estamos en la isla nos dirigimos al mismo punto: la pequeña bahía presidida por el monasterio de  Itsukushima cuya puerta es el torii gigante en medio del mar. La marea cambiante hará que cada uno tenga diferentes instantáneas de este momento. En nuestro caso, llegamos por la mañana con la marea alta con el mar aislando completamente al torii y la vimos ir retrocediendo y descubriéndonos el camino hasta poder llegar hasta la puerta roja al caer el sol. El torii posa coqueto en todas la fotos con el sol deslizándose por su cuerpo encarnado, el mar en calma se asoma entre sus brazos y sus piernas gigantes, algunos ciervos se adentran en el agua (y espero que supieran encontrar el camino de regreso antes de subir la marea). 


Somos unas 20 personas, todos buscando el mejor encuadre, saltando el agua que empieza a avanzar de vuelta a la isla. El torii se refleja en un pequeño rio que se forma bajo sus piernas mientras el mar va entrando. Algunos permanecen en la tierra hasta el final, retando valientes al avance del mar, jugando a quedarse rodeados de agua y tener que saltar en el último momento. Otros retrocedemos y preferimos observar esos últimos instantes desde uno de los bancos de piedra del paseo, mientras se encienden los farolillos y se nos acercan algunos ciervos.  Al desaparecer el último rayo de sol todo es oscuridad absoluta, sólo los farolillos nos enseñan el camino. El pueblo permanece en silencio y a oscuras. No quedan abiertos ni una tienda, tan sólo un sencillo bar familiar en el paseo con 6 y 7 mesas que acabará dándonos de cenar de prisa y corriendo a todos los regazados que no tenemos la cena incluida en el alojamiento y que a las 20.30 cerrará la cocina para que la familia pueda coger el último ferri de vuelta a casa.


4.Puente de Brooklyn (New York)
Podría decir que la vista es desde un banco en Manhattan como el cartel de la película de Woody Allen, pero tengo que decir que aunque busqué ese encuadre no lo encontré. Mi puesta de sol sobre el puente de Brooklyn es desde el otro lado. Tumbada en el césped en la orilla de Brooklyn, casi debajo del puente. Hablando, riendo, haciendo un pícnic con amigos de un viaje con los que nunca más coincidimos, escuchando gente que toca música, sin ninguna prisa y ninguna preocupación más que la humedad y el calor del verano. 






5. La fortaleza de San Carlos de la Cabaña (La Habana)
La ciudad parece una maqueta a punto de ser destruida por el rayo luminoso de una nave extraterrestre. Esa es la imagen que recuerdo de la Habana vista desde la fortaleza de San Carlos de la Cabaña. Está situado en la entrada de la Bahía de La Habana y permite una panorámica de toda la ciudad. Sus cañones parecen querer destruir la ciudad que se cae a trozos por sí misma. Es sorprendente porque de lejos la Habana es una ciudad blanca, impoluta, por estrenar. El capitolio preside el entramado de casas y palacetes, comienza sus pasos. Desde allí no nos llegan ni los cantos, ni las voces, ni el ruido del tráfico. El cielo adquiere tonos rosados y lame primero las fachadas blancas de la ciudad para luego arrastrar su manto por el mar hasta desaparecer en el horizonte. Recuerdo compartir este momento con una pareja de Madrid, buena gente con la que compartimos luego risas, aventuras en la selva y algunos desplantes de la nuestra guía cubana. Aquí sí que la ciudad queda sumida en la más absoluta oscuridad. No hay farolas ni iluminación en sus calles, sólo puedes guiarte por las luces de los bares o los faros de los coches.

6.   Templo de Debod (Madrid) 
Me llevó una amiga hace muchos años, la primera vez que visité Madrid. Desde entonces, siempre que he vuelto a pasar unos días en la ciudad, he intentado asistir al espectáculo de su puesta de sol y lo he compartido con otras personas que no lo conocían. Y es que aunque la primera vez me pareció precioso el atardecer con las piedras milenarias reflejándose en las aguas jóvenes del estanque de la joven Madrid, luego descubrí que mi rincón preferido es el mirador que hay detrás desde el que se divisa gran parte de la ciudad. Recuerdo una preciosa tarde de agosto en compañía de mi madre viendo ponerse el sol detrás del Palacio Real y sobre los jardines de Sabatini mientras la voz quebrada de Mayte Martín ensañaba el concierto que tenía en los jardines unas horas más tarde. Sorprende la vista de un Madrid casi de pueblo, de edificios bajos, de buhardillas y techados de tejas marrones que el sol convierte en cobrizas y luminosas.


3 comentaris:

  1. el sol se oculta en el mar en la costa peruana... días y días estuvimos los primos mirando a ver si alguno captaba "el rayo verde" ^^

    no fue la puesta del sol más bonita, pero sí la que más me emociona <3

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