dijous, 31 de desembre del 2009

Arrebato


Esta mañana me he levando con la noticia que había muerto el director de cine Ivan Zulueta y he recordado aquella época de la facultad en que vivía obsesionada por el cine y descubrimos la película de Zulueta, Arrebato, cuyo protagonista precisamente estaba obsesionado por descubrir la esencia del cine. En aquella época asistíamos emocionadas al descubrimiento de películas antiguas o experimentales/alternativas que hoy reconozco que no tendría paciencia para acabar de ver.
Arrebato era una película extraña, inquietante, desconcertante que se convirtió en icono de los ochenta más gamberros y alternativos. Algunas de sus rarezas: se gravó en 15 días pero tardó mucho tiempo en estrenarse; la imagen tiene una textura granulada y oscura puesto que fue rodada en 8 milímetros y luego pasada a 35 mm ; como si se tratara de extras desconocidos aparecen personajes de la movida madrileña como Alaska; la película tuvo problemas de sonido, con lo que tuvo que ser completamente doblada, con el agravante que algunos personajes no se doblaron a sí mismos. Y más extraño todavía, hombres doblando voces de mujer. Así fue el caso de la voz del personaje de Helena Fernán Gómez (hija de Fernando Fernán Gómez), que fue doblado por Almodóvar con voz de falsete. El argumento también era propio de la época: el intento de escapar de la realidad a través del poder destructivo de las drogas. Dos de las imágenes que se me quedaron gravadas de aquel film fue el personaje de Eusebio Poncela pasando la noche en vela pendiente de los disparos de su videocámara y una jovencísima Cecilia Roth disfrazada de Betty Boop. El director que ha muerto esta noche hizo pocas películas más después de aquella.
Sin embargo lo que más me gustó de la película y lo que siempre he recordado de ella es sin duda su título. Arrebato. Cada vez que he vuelto a sentir esa palabra mi mente ha regresado a esa película. Quizás porque no suelo senir a menudo la palabra “arrebato”, un término injustamente poco utilizado. Tal vez porque no es ambigua, ni discreta. Es una palabra tajante, fuerte, directa que define con absoluta precisión un sentimiento o una emoción que socialmente no está bien aceptada: el arranque de ira o furor, la obsesión, la pasión obcecada, el éxtasis. La fuerza de esta palabra es tal que incluso es una de las circunstancias que atenúan la responsabilidad criminal.

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