diumenge, 6 de desembre del 2020

Las olas de Virgina Woolf

 

Siguiendo con mi incursión en la obra de Virgina Woolf me he sumergido en Las Olas.

No es una novela fácil de leer, es ardua, densa, de frases largas  y cargadas de imágenes, metáforas, de sentido, de profundidad. Le lectura no da nunca tregua. Es un torrente de pensamientos.

Eso sí, vuele a ser una obra innovadora en el estilo, en la forma, en la presentación y está escrita con el lirismo exquisito. Es como una danza, un baile, el rumor de olas, un batir de alas, un balanceo. Sin embargo, paradójicamente a su lenguaje poético lo que explica es tan prosaico como el gris del tedio del transcurrir de la vida. Concretamente, la vida de un grupo de 6 amigos (3 chicos y 3 chicas).

El libro lo constituye un monólogo de pensamientos de cada uno de ellos desde su más tierna infancia hasta la vejez, entremezclados, a menudo sin identificar en el texto quién habla pero que acabas reconociendo. Las decepciones, las frustraciones, las renuncias de la vida cotidiana las envidias, los complejos, los miedos, a medida que crecemos, aquello en lo que nos convertimos.  Es una preocupación que también vemos plasmada en Mrs. Dalloway de Woolf donde los personajes se preguntan si han traicionado sus sueños, si se han convertido en aquellas personas que juraron no ser.  En consecuencia, en toda la novela se percibe una rebeldía, un inconformismo, una rabia contenida contra las convenciones, la rutina, la vida cíclica, la estabilidad, las costumbres, lo que ahora se denomina la zona de confort.

Estos son algunos de los fragmentos que más me han llamado la atención y que reflejan todo lo comentado:

“¡qué extraño es abrirse paso entre la multitud cuando se ve la vida con los ojos encendidos por las lágrimas que pugnar por asomar a ellos”

“he perdido mi juventud. Es extraño cómo en cada crisis moral, alguna frase hecha, alguna frase absolutamente fuera de lugar, acude en nuestra ayuda: tal es la desdicha de vivir en medio de una civilización demasiado viaja y de poseer una libreta de notas”

“¡Cómo me habéis encadenado a una silla!!

“Con cuánta rapidez corre ahora la vida desde enero a diciembre! Somos arrastrados por el torrente de las cosas, que se han tornado tan familiares que ya no proyectan sombras”

“Soy prisionero del lugar que ocupo dentro del puzle”

“Yo amo lo que se puede tocar, lo que se puede morder. Amo la lluvia cuando se transforma en nieve y se convierte en algo palpable”

“Se percibe un ruido semejante al de vagones alineados a un lado del garaje. Tal es el feliz encadenamiento de los acontecimientos de nuestra vida. Toc, toc, toc, toc. Es preciso, es preciso, es preciso. Es preciso partir, es preciso dormir, es preciso despertar, es preciso levantarse. Palabras sabias, palabras piadosas que pretendemos detestar, pero que nos llevamos al corazón oprimiéndolas y sin las cuales ya no seríamos más ¡cómo adoramos ese ruido semejante al de vagones que se engarzan unos a otros sobre los rieles!

“¡Cuán cansado estoy de historias, cuán cansado de las frases que se posan elegantemente sobre el suelo y se ponen a caminar con un pie seguro!

“comienzo a soñar con un lenguaje ingenuo como el que emplean los amantes, hecho de palabras cortadas, desarticuladas, semejantes al ruido de pasos que se arrastran sobre el pavimento”

“Y luego aquella rigidez áspera como la piel de una foca, que son las flechas negras del dolor cuando no hay cartas, cuando ella no viene. Las sospechas asoman entonces sus cabezas por entre sus caparazones, horror de los horrores”

“Y sin embargo, la vida es agradable, es tolerable. El martes sucede al lunes; luego viene el miércoles. El espíritu crece y se multiplica. El sentimiento del Yo se fortifica; también el dolor es absorbido en este continuo crecimiento. Abriéndose y cerrándose, cerrándose y abriéndose, con un incesante murmullo, el apresuramiento y la fiebre de la juventud encuentran su empleo hasta que todo ser parece maniobrar con la perfección de un mecanismo de rejo ¡ con qué rapidez nos transporta la corriente de enero a diciembre! ¡somos arrastrados por un torrente de las cosas y estas cosas se han tornado tan familiares que ya no percibimos su sombra”

“cuando uno mismo comienza sus cartas con las palabras “muy señor mío” y las concluye con la expresión de sus sentimientos más distinguidos. Uno no puede despreciar esas frases que atraviesan nuestras vidas tumultuosas con la rectitud de un camino romano, puesto que ellas nos obligan a marchar al paso, como gentes bien educadas cuya circulación es regulada por el gesto lento y medido de los policías del tránsito, aun cuando uno pueda estar entretanto susurrando por lo bajo”

“Cada día arroja sobre la playa la misma ola de bienestar, repetir la misma curva de ritmo avanza un poco más lejos sobre la playa o muere sobre la arena  un poco más atrás”

“Hay gente que busca un refugio junto a los sacerdotes: otros, en la poesía; en cuanto a mí, me refugio junto a mis amigos, junto a mi propio corazón; yo parto a la búsqueda de alguna cosa intacta”

“¡Es extraño cómo los muertos se arrojan sobre nosotros en las esquinas de las calles o en los sueños!”

“Durante un instante, vimos, extendido entre nosotros, el cadáver del ser humano completo que no habíamos logrado ser, pero al cuán no podíamos olvidar”

“Hemos renunciado al sitio que nos pertenecía y yacemos sobre tierra, aplastados, marchitos, y bien pronto olvidados”

“Ya no sentía apetito de engullir cosas”

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