En
estos días de vacaciones en que he tenido la oportunidad de acercarme un poco a
la historia de Polonia, me he dado cuenta que se podría considerar que es un
país resiliente. Es una tierra que ha sido maltratada, humillada, sometida,
anulada invadida mil veces, explotada, pero que nunca se ha rendido. Se ha
rebelado siempre frente a la dominación. Pocas veces con las armas, eso es
cierto, y en la mayoría de ocasiones resistiendo en silencio, pero sin
renunciar nunca a su identidad y su libertad.
Así, la población ha mantenida viva la llama de un sentimiento
clandestino. Se me antoja casi como un río subterráneo, una marca bajo la piel,
un secreto en el subconsciente, un mensaje escrito con tinta china. Por eso
creo que Polonia es resiliente.
La
resiliencia se refiere a la cualidad que tiene algunos materiales para doblarse
pero sin llegar a romperse, pudiendo recuperar su forma original después de ser
presionados y forzados. De la misma manera, las personas resilientes son
aquellas que a pesar de haber sufrido grandes adversidades en la vida, se
sobreponen llegando a ser a veces referente para los demás. También Polonia se
ha doblegado muchas veces, y ha sufrido grandes adversidades, pero ha resistido
sin romperse luchando por recuperar su libertad y autonomía, su identidad.
Algunos
detalles muestran esa resistencia silenciosa. Así, en una época en que Polonia
había sido anulada hasta el punto de no existir en los mapas, una de las
mujeres más importantes de la historia le puso Polonio al elemento químico que
acababa de descubrir, para reinvindicar el país donde había nacido aunque en
aquel momento se llamara Rusia. También las marchas polacas de Chopin intentan
mantener vivo el nombre de su país. Se trataba de hacer real un país que no
existía.
Un país mil veces invadido
No
hay que ser muy listo para darse cuenta que uno de los principales problemas de
Polonia ha sido a parte de su geografía (una llanura fácil de invadir y
conquistar) encontrarse rodeada de grandes potencias: Prusia (o Alemania), el
Imperio Austrohúngaro y Rusia. Los ejércitos invasores corrían a sus anchas por
sus anchas llanuras.
Eso
sí, durante algún tiempo (s.XIV) fue el imperio más grande de Europa ocupando
una superficie que iba del Mar Báltico al Mar Negro. Eso sí, la población vivió
durante siglos en situación de esclavitud, motivo por el cual apoyaron a
Napoleón en su lucha, porque prometió liberaros de la esclavitud y del
feudalismo en el que aún se encontraban. Y es que Polonia es un país
básicamente rural (de hecho, literalmente su nombre quiere decir “gente que
campo”). Un país tradicional pero en algunos aspectos bastante moderno pues ya
a mediados del siglo XVI declaró la libertad de culto llegando así a coexistir el
catolicismo, protestantismo, judaísmo y Islam en bastante armonía.
Armonía
interna, porque externamente los ataque se sucedían. Polonia fue invadida por
tártaros, ucranianos, cosacos, otomanos, suecos, rusos, prusianos y austríacos.
De hecho, estos tres últimos países se repartieron Polonia a finales del siglo
XVIII. Así, durante 123 años Polonia fue borrada literalmente del mapa,
desmembrado su territorio entre estos tres países. Además de la ocupación
física, estos países no dudaron en imponer sus sistemas ignorando las leyes
polacas e intentando erradicar el idioma y la cultura polaca. La población no
se resignó a esa dominación y durante esos años se sucedieron las rebeliones,
siempre aplastadas y seguidas de persecuciones y represión. Esos tiempos convulsos
y la situación de miseria a la que se sometía al pueblo también generaron
importantes olas migratorias.
Durante
la I Guerra Mundial, la población polaca fue obligada a luchar en los bandos
alemán, austriaco y ruso, sin poder oponer resistencia. En el libro “El pentateuco de Isaac” el protagonista explica el protagonista explica el
sentimiento de frustración de tener que se mandado a la guerra a luchar por un
país que no se considera propio. También relata como al acabar la guerra, su
padre que era sastre introdujo la aguja en un pantalón siendo austríaco y la
sacó siendo polaco. Y es que al finalizar la contienda Polonia recuperó su
independencia. Después de más de un siglo de no existir. Fue una época agitada
políticamente pero con estabilidad económica y cultural. Un progreso que la II
Guerra Mundial truncó dramáticamente.
Los
estragos de la II Mundial y el comunismo
Las
clases de historia recuerdan como la II Guerra Mundial empezó con la invasión
de Polonia. Y como el potente ejército alemán arrolló al austero ejército
alemán que sólo pudo resistir un mes. Así pues Polonia estuvo bajo la ocupación
alemana todo el tiempo que duró la guerra, con las consecuencias de
sometimiento, represión y genocidio que eso comportó. Además, justo al
principio sufrió otro durísimo golpe. Tan sólo 17 días después de ser invadida
por Alemania, la Unión Soviética también invadió Polonia. De manera que en dos
meses, el país volvió a ser divido entre dos imperios. Si en el lado dominado
por los nazis la vida era una pesadilla, en el lado soviético no era mucho
mejor. Se sucedían las ejecuciones en masa y los encarcelamientos y torturas
indiscriminados. Uno de los episodios más tremendos es la matanza de Katyn. El
hallazgo de unas fosas comunes reveló el asesinato con un tiro en la cabeza a
manos del ejército soviético de miles de soldados y ciudadanos polacos en
ejecuciones sumarias. El número de víctimas está calculado en 22.000. La cifra
es escalofriante. Muchos de ellos eran oficiales de alto rango así como intelectuales
polacos (periodistas, profesores, jueces, abogados, políticos). El objetivo era
exterminar a la élite intelectual polaca. El destino volvió a jugar la carta
macabra otra vez, y en 2010 el presidente de Polonia y la mayoría de su
gobierno murieron en un accidente de avión cuando se dirían a Katyn a
conmemorar los sucesos. Eso sí, los polacos nuevamente no permanecieron
sumisos. Estaban sometidos sí, pero plantaron cara. Además de un importante
movimiento de resistencia, la población se rebeló contra la ocupación alemana
en los campos de concentración, en los guetos, e incluso en Varsovia. Evidentemente
todas estas rebeliones fueron reprimidas, pero su espíritu de lucha permanece.
De
esta manera, la ocupación alemana y soviética y el hecho de ser territorio de
guerra durante tantos años fue devastador para el país, con 6 millones de
muertos (un 18% de su población). Y después de tanto sufrimiento y tanto
horror, cuando finaliza la II Guerra Mundial con la Vitoria aliada y Polonia es
liberada de los ejércitos invasores y recupera su independencia, poco duró la
alegría. En la conferencia de Yalta de 1945, se decide que Polonia permanezca
bajo el poder soviético. Stalin inició entonces una nueva campaña de represión.
Volvieron a Polonia las deportaciones, los juicios sumarísimos, los campos de
trabajo, las torturas, las ejecuciones. El mismo protagonista de “El Pentateuco
de Isaac” explica que al poco de se liberado de un campo de concentración, los
rusos lo envían a un campo de trabajo en Siberia donde permanece hasta el resto
de sus días. No hay descanso para este país? No se le puede conceder ni una
tregua para aliviarlo de tanto sufrimiento?
Los
años del comunismo en Polonia son una sucesión de revueltas de la población,
protestas y represión. En los años 80,
se consiguió un gran logro que cambió al país: la libertad de sindicalismo y el
derecho de huelga. A través del sindicato Solidarnosc liderado por Lech Walesa,
los polacos se lanzan a reconquistar espacios de derecho y libertad. Huelgas,
protestas, la ley marcial, los tanques en la calle. Se abrió un proceso
imparable. De hecho, fue el primer país en 1989 en librarse del comunismo.
1989. No hace tanto de eso. Resulta tan reciente que ese país sea libre desde
hace tan poco. Desde prácticamente ayer.
Y
como país resiliente que ha conquistado su libertad, que ha sobrevivido, hoy es
un país amable, alegre, optimista, incluso próspero, que a pesar de las heridas
no guarda rencor ni reproches sino que mira al futuro con esperanza.
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