divendres, 6 de setembre del 2013

Polonia, una tierra resiliente

En estos días de vacaciones en que he tenido la oportunidad de acercarme un poco a la historia de Polonia, me he dado cuenta que se podría considerar que es un país resiliente. Es una tierra que ha sido maltratada, humillada, sometida, anulada invadida mil veces, explotada, pero que nunca se ha rendido. Se ha rebelado siempre frente a la dominación. Pocas veces con las armas, eso es cierto, y en la mayoría de ocasiones resistiendo en silencio, pero sin renunciar nunca a su identidad y su libertad.  Así, la población ha mantenida viva la llama de un sentimiento clandestino. Se me antoja casi como un río subterráneo, una marca bajo la piel, un secreto en el subconsciente, un mensaje escrito con tinta china. Por eso creo que Polonia es resiliente.

La resiliencia se refiere a la cualidad que tiene algunos materiales para doblarse pero sin llegar a romperse, pudiendo recuperar su forma original después de ser presionados y forzados. De la misma manera, las personas resilientes son aquellas que a pesar de haber sufrido grandes adversidades en la vida, se sobreponen llegando a ser a veces referente para los demás. También Polonia se ha doblegado muchas veces, y ha sufrido grandes adversidades, pero ha resistido sin romperse luchando por recuperar su libertad y autonomía, su identidad.

Algunos detalles muestran esa resistencia silenciosa. Así, en una época en que Polonia había sido anulada hasta el punto de no existir en los mapas, una de las mujeres más importantes de la historia le puso Polonio al elemento químico que acababa de descubrir, para reinvindicar el país donde había nacido aunque en aquel momento se llamara Rusia. También las marchas polacas de Chopin intentan mantener vivo el nombre de su país. Se trataba de hacer real un país que no existía.

Un país mil veces invadido
No hay que ser muy listo para darse cuenta que uno de los principales problemas de Polonia ha sido a parte de su geografía (una llanura fácil de invadir y conquistar) encontrarse rodeada de grandes potencias: Prusia (o Alemania), el Imperio Austrohúngaro y Rusia. Los ejércitos invasores corrían a sus anchas por sus anchas llanuras.

Eso sí, durante algún tiempo (s.XIV) fue el imperio más grande de Europa ocupando una superficie que iba del Mar Báltico al Mar Negro. Eso sí, la población vivió durante siglos en situación de esclavitud, motivo por el cual apoyaron a Napoleón en su lucha, porque prometió liberaros de la esclavitud y del feudalismo en el que aún se encontraban. Y es que Polonia es un país básicamente rural (de hecho, literalmente su nombre quiere decir “gente que campo”). Un país tradicional pero en algunos aspectos bastante moderno pues ya a mediados del siglo XVI declaró la libertad de culto llegando así a coexistir el catolicismo, protestantismo, judaísmo y Islam en bastante armonía.

Armonía interna, porque externamente los ataque se sucedían. Polonia fue invadida por tártaros, ucranianos, cosacos, otomanos, suecos, rusos, prusianos y austríacos. De hecho, estos tres últimos países se repartieron Polonia a finales del siglo XVIII. Así, durante 123 años Polonia fue borrada literalmente del mapa, desmembrado su territorio entre estos tres países. Además de la ocupación física, estos países no dudaron en imponer sus sistemas ignorando las leyes polacas e intentando erradicar el idioma y la cultura polaca. La población no se resignó a esa dominación y durante esos años se sucedieron las rebeliones, siempre aplastadas y seguidas de persecuciones y represión. Esos tiempos convulsos y la situación de miseria a la que se sometía al pueblo también generaron importantes olas migratorias.

Durante la I Guerra Mundial, la población polaca fue obligada a luchar en los bandos alemán, austriaco y ruso, sin poder oponer resistencia. En el libro “El pentateuco de Isaac” el protagonista explica el protagonista explica el sentimiento de frustración de tener que se mandado a la guerra a luchar por un país que no se considera propio. También relata como al acabar la guerra, su padre que era sastre introdujo la aguja en un pantalón siendo austríaco y la sacó siendo polaco. Y es que al finalizar la contienda Polonia recuperó su independencia. Después de más de un siglo de no existir. Fue una época agitada políticamente pero con estabilidad económica y cultural. Un progreso que la II Guerra Mundial truncó dramáticamente.

Los estragos de la II Mundial y el comunismo

Las clases de historia recuerdan como la II Guerra Mundial empezó con la invasión de Polonia. Y como el potente ejército alemán arrolló al austero ejército alemán que sólo pudo resistir un mes. Así pues Polonia estuvo bajo la ocupación alemana todo el tiempo que duró la guerra, con las consecuencias de sometimiento, represión y genocidio que eso comportó. Además, justo al principio sufrió otro durísimo golpe. Tan sólo 17 días después de ser invadida por Alemania, la Unión Soviética también invadió Polonia. De manera que en dos meses, el país volvió a ser divido entre dos imperios. Si en el lado dominado por los nazis la vida era una pesadilla, en el lado soviético no era mucho mejor. Se sucedían las ejecuciones en masa y los encarcelamientos y torturas indiscriminados. Uno de los episodios más tremendos es la matanza de Katyn. El hallazgo de unas fosas comunes reveló el asesinato con un tiro en la cabeza a manos del ejército soviético de miles de soldados y ciudadanos polacos en ejecuciones sumarias. El número de víctimas está calculado en 22.000. La cifra es escalofriante. Muchos de ellos eran oficiales de alto rango así como intelectuales polacos (periodistas, profesores, jueces, abogados, políticos). El objetivo era exterminar a la élite intelectual polaca. El destino volvió a jugar la carta macabra otra vez, y en 2010 el presidente de Polonia y la mayoría de su gobierno murieron en un accidente de avión cuando se dirían a Katyn a conmemorar los sucesos. Eso sí, los polacos nuevamente no permanecieron sumisos. Estaban sometidos sí, pero plantaron cara. Además de un importante movimiento de resistencia, la población se rebeló contra la ocupación alemana en los campos de concentración, en los guetos, e incluso en Varsovia. Evidentemente todas estas rebeliones fueron reprimidas, pero su espíritu de lucha permanece.

De esta manera, la ocupación alemana y soviética y el hecho de ser territorio de guerra durante tantos años fue devastador para el país, con 6 millones de muertos (un 18% de su población). Y después de tanto sufrimiento y tanto horror, cuando finaliza la II Guerra Mundial con la Vitoria aliada y Polonia es liberada de los ejércitos invasores y recupera su independencia, poco duró la alegría. En la conferencia de Yalta de 1945, se decide que Polonia permanezca bajo el poder soviético. Stalin inició entonces una nueva campaña de represión. Volvieron a Polonia las deportaciones, los juicios sumarísimos, los campos de trabajo, las torturas, las ejecuciones. El mismo protagonista de “El Pentateuco de Isaac” explica que al poco de se liberado de un campo de concentración, los rusos lo envían a un campo de trabajo en Siberia donde permanece hasta el resto de sus días. No hay descanso para este país? No se le puede conceder ni una tregua para aliviarlo de tanto sufrimiento?

Los años del comunismo en Polonia son una sucesión de revueltas de la población, protestas y represión.  En los años 80, se consiguió un gran logro que cambió al país: la libertad de sindicalismo y el derecho de huelga. A través del sindicato Solidarnosc liderado por Lech Walesa, los polacos se lanzan a reconquistar espacios de derecho y libertad. Huelgas, protestas, la ley marcial, los tanques en la calle. Se abrió un proceso imparable. De hecho, fue el primer país en 1989 en librarse del comunismo. 1989. No hace tanto de eso. Resulta tan reciente que ese país sea libre desde hace tan poco. Desde prácticamente ayer.


Y como país resiliente que ha conquistado su libertad, que ha sobrevivido, hoy es un país amable, alegre, optimista, incluso próspero, que a pesar de las heridas no guarda rencor ni reproches sino que mira al futuro con esperanza.

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