El Palau de la Virreina de Barcelona acoge hasta mediados de
febrero la exposición “Esta tierra jamás será fértil por haber parido colonos”,
de la que es imposible no salir revolcado por el mar de rabia justificada que
la artista Daniela Ortiz ha ido cultivando en diferentes proyectos donde denuncia
el racismo, la xenofobia, el patriarcado, el clasismo y, especialmente, el
colonialismo que sigue presente en nuestra sociedad.
Un aviso para visitantes curiosos. Es importante entrar con una
actitud abierta y el pecho abierto, en disposición de recibir las puñaladas que
Daniela Ortiz nos tiene destinadas en
forma de fotografía, vídeos, pintura, instalaciones, y diversidad de formatos
que demuestran la versatilidad de la artista peruana.
Si además tiene la suerte de poder realizar la visita guiada de la mano de la misma Daniela Ortiz, el impacto está asegurado. El pasado jueves 6 de febrero éramos una multitud haciendo cola para asistir a la última visita guiada que ofrecía la artista. La cola daba la vuelta a lo pasillos de la sala de exposiciones y la misma Ortiz, abrumada por el éxito masivo de la convocatoria, tuvo que improvisar una segunda visita guiada al día siguiente invitando a muchos de los asistentes a irse. Los que nos quedamos avanzábamos como una masa por la sala, en ocasiones sin llegar a entrar en la sala donde ella daba la explicación y escuchando su potente voz desde lejos. Pero llegaba. Su voz y su mensaje.
Su discurso
vehemente, descarnado, reivindicativo, acusador, sale de las entrañas de la injusticia
y la explotación. De la explotación de las tierras de América (que Ortiz denomina
Abya Yala y que descubro en ese momento que es el nombre que las poblaciones
Kuna de Panamá y Colombia le dieron al
continente antes de la llegada de Cristobal Colón, y es el que prefieren las
actuales naciones indígenas en oposición al extranjero América), de la
explotación de las poblaciones indígenas en su propio país y en el nuestro que
siguen ocupando las capas más precarias de la sociedad y con los trabajos más
duros, de la explotación de ser mujer migrante racializada con permiso de
residencia en Europa, en Barcelona.
Como si se tratara de un monólogo de comedia, Ortiz empieza
la visita guiada en la primera sala donde narra sus experiencias laborales en
una pastelería barcelonesa donde decidió celebrar un Día de la Hispanidad comiéndose
un bombón de chocolate de Guanaja (Honduras) cubierto de láminas de oro. Ortiz
fue despedida de ese trabajo, pero no pudo reclamar porque abrir un proceso
judicial podía poner en peligro su permiso de residencia. Te das cuenta de la
diferencia de derechos que os separa, simplemente por haber nacido aquí y tener
nacionalidad española. Más adelante explica como una vez ella y sus amigas estando
con sus hijos en la playa fueron insultadas y agredidas por una persona, y
asustadas tuvieron un primer impulso de llamar a la policía pero después lo
descartaron sabiendo que la palabra de esa persona blanca valía mucho más que
la de todas ellas, personas migrantes racializadas, y que incluso podía generar
algún problema a alguna de ellas. Esa indefensión que viven tantas personas
cada día y que tú ni siquiera eres consciente de ello. Una vida paralela de injusticia
que condiciona las vidas de tantas personas en tu misma ciudad. Ortiz también
explica como muchas veces las mujeres migrantes deciden no acercarse a pedir
ayuda a servicios sociales por miedo a ponerse algún día en el punto de mira.
Con diversas instalaciones explica casos e historias de retiradas de custodia porque el simple hecho de ser migrante ya te convierte en sospecho de no ser unos buenos padres o madres. La interpretación racista y xenófoba del sistema se hace patente en un mural donde Ortiz ha colgado todos los criterios que se tienen en cuenta para quitarte la custodia de un hijo o hija, donde se hace una interpretación subjetiva desde nuestra mirada europea de lo que la crianza de los hijos y donde la situación económica ya resulta sospechosa o no tener la documentación adecuada. Como recuerda con rabia la propia Ortiz, el sistema no te ofrece la posibilidad de legalizar tu situación en España y encima utiliza esa falta de legalidad como argumento para quitarte a tus hijos, cuando el culpable de esa situación es el mismo sistema jurídico. Ortiz nos habla también en otra sala del hecho de que su hijo nacido en España no tiene la nacionalidad española, sino la situación legal de su madre. Vemos en un vídeo la performance “Ius Sanguinis” donde Ortiz se hace una supuesta transfusión de sangre de un hombre español estando embarazada de su hijo para poderle transmitir la españolidad a su hijo cuando nazca por derecho de sangre. En otro vídeo podemos asistir a otra performance donde denuncia las deportaciones en avión con sedación forzada que se practican en Estados Unidos.
Con diversas instalaciones explica casos e historias de retiradas de custodia porque el simple hecho de ser migrante ya te convierte en sospecho de no ser unos buenos padres o madres. La interpretación racista y xenófoba del sistema se hace patente en un mural donde Ortiz ha colgado todos los criterios que se tienen en cuenta para quitarte la custodia de un hijo o hija, donde se hace una interpretación subjetiva desde nuestra mirada europea de lo que la crianza de los hijos y donde la situación económica ya resulta sospechosa o no tener la documentación adecuada. Como recuerda con rabia la propia Ortiz, el sistema no te ofrece la posibilidad de legalizar tu situación en España y encima utiliza esa falta de legalidad como argumento para quitarte a tus hijos, cuando el culpable de esa situación es el mismo sistema jurídico. Ortiz nos habla también en otra sala del hecho de que su hijo nacido en España no tiene la nacionalidad española, sino la situación legal de su madre. Vemos en un vídeo la performance “Ius Sanguinis” donde Ortiz se hace una supuesta transfusión de sangre de un hombre español estando embarazada de su hijo para poderle transmitir la españolidad a su hijo cuando nazca por derecho de sangre. En otro vídeo podemos asistir a otra performance donde denuncia las deportaciones en avión con sedación forzada que se practican en Estados Unidos.
El racismo y el clasismo no sólo está presente en nuestra
sociedad. También en Perú. Ciertamente, es muy evidente cuando visitas una
ciudad como Lima donde la población de barrios exclusivos como Miraflores es mayoritariamente
blanca y tiene sus supermercados chic con productos ecológicos y restaurantes
veganos. Y el resto de la ciudad y la periferia donde la población es indígena
y vive en situación precaria y de pobreza. Ortiz lo ha retratado con diversos
proyectos. Entre ellos, unas fotografías de los planos y las casas de la clase
alta peruana, casas de diseño, enormes, preciosas, espaciosas, luminosas, que
han ganado premios de arquitectura. Y donde el espacio dedicado a la habitación
de las personas de servicio es un cubículo de 3 o 4 metros cuadrados sin ventilación,
y en ocasiones ubicado en el sótano.
En otra de las salas, Ortiz nos presenta su ABC de la
Europa racista, un alfabeto ilustrado para niños donde recoge los fundamentos
de la xenofobia de esta continente que cree con superioridad moral. También a
continuación denuncia la hipocresía europea en un proyecto en forma de
vidrieras de las grandes catedrales. Entre otros elementos, Ortiz critica la
dictadura del laicismo que impera en Europa que considera inferiores a aquellas
personas creyentes, ya sean musulmanas, judías o cristianas. Aquí, la artista ofreció
un alegato apasionado de sus creencias cristianas, una reivindicación de su
espiritualidad en oposición a la hegemonía del laicismo, la ciencia y la razón.
Otro de los proyectos que Ortiz narró con pasión, vehemencia
y sentido del humor fue el vídeo “Discurs mediàtic” que ha generado cierta polémica,
pues se trata de una performance de una clase de lengua catalana que reciben inmigrantes
extracomunitarios para poder obtener los informes positivos de arraigo y donde
los participantes aprenden a pronunciar catalán repitiendo frases xenófobas que
los políticos han lanzado en los medios de comunicación.
Otro de los proyectos interesantes hace referencia a la
comida como forma de colonización. Ortiz explica como le sorprendió la presencia
del cerdo y del jamón en España, como está presente las fotos, los símbolos,
incluso los pies de cerdo colgados en cocinas y restaurantes, y que interpreta
como una forma de imposición vinculada a la expulsión de judíos y musulmanes.
En diversos trabajos de la exposición, la artista peruana muestra
como la colonización sigue presente en nuestra sociedad no sólo en la práctica sino
simbólicamente. Nombres de calles, plazas, estatuas, monumentos de personajes
que son célebres por haber explotado a otros pueblos ya no tienen sentido en nuestros
días. La misma parada de Virrei Amat, la estatua de Colón o el mismo Palau de
la Virreina que acoge la exposición son muestras de este homenaje a los abusos
cometidos contra las sociedades indígenas. Justamente el punto final de la
visita llega en la sala donde está el retrato del Virrey que da nombre al
palacio y en el cuál Ortiz ha instalado cuadros que, imitando las pinturas de
castas, un género pictórico que plasmaba la diferencia de clases en los
territorios explotados por los colonos españoles, pero donde la artista ha
buscado otros protagonistas. Aquí nos habla de cómo se perpetua la xenofobia y
el racismo en nuestra sociedad a través de figura que aparentemente están en contra
de estas actitudes. Con sus textos y pinturas, Ortiz ridiculiza a las trabajadoras
sociales blancas, a los independentistas catalanes blancos, a los intelectuales
de izquierdas blancos, a las feministas blancas, a los políticos de izquierdas
blancos, y así hasta una veintena colectivos que son acusados directamente de sus
actitudes racistas.
La intensa y multitudinaria visita acabó con todo el público
cantando una versión antiracista de la “Bella Ciao”.
En la web de Daniela Ortiz se pueden consultar algunos de sus trabajos.
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