Empecé a leer “La Ridícula Idea de no volver a verte” de
Rosa Montero al final del verano por curiosidad y por afinidad literaria con la
autora, pero resultó ser uno de los descubrimientos del año que me ha aportado
tantas reflexiones interesantes de la autora, y también me ha abierto la puerta
a líneas de pensamiento propias que aún no había explorado. Esta pequeña joya ha
pasado bastante inadvertida, pero invito a muchas mujeres y hombres sensibles
de mi entorno a descubrirla. Se trata de un género híbrido a medio camino entre
el análisis literario y el libro de memorias personal.
A partir de la lectura del breve diario que Marie Curie
escribió tras la muerte de su marido en un accidente, Rosa Montero hace un
repaso de la vida de la célebre científica aportando sus propias reflexiones
sobre el papel de la mujer en aquel momento histórico, incluso en l’actualidad.
Todo ello complementado con fragmentos de la propia vida de Rosa Montero,
especialmente su reciente viudez que es lo que en un principio la lleva a leer
este diario de Curie.
Lejos de ser un texto triste como podría parecer al pensar
que es una mujer que acaba de perder a su pareja y escribe sobre el diario de
otra mujer en la misma situación, La Ridícula Idea de no volver a verte es
inspirador, revelador, e incluso contagia entusiasmo y energía al reseguir la
pasión de Curie por su profesión. En la delicadeza de su prosa encuentro muchos
pensamientos que comprendo perfectamente y vivencias con los que me identifico
y que quería compartir.
Sobre la muerte y el
proceso de duelo
Evidentemente en este libro hay mucho espacio para
reflexionar sobre la muerte y el duelo. Montero cita un estudio mundial con
resultados sorprendentes que aseguran que estar separado o divorciado aumenta
el riesgo de sufrir depresiones agudas en doce de los países estudiados,
mientras que ser viudo o viuda tiene menos influencia en casi todas partes. Montero se pregunta “¿qué les falta a los
primeros? Desde luego no la persona amada, sino una narración convincente y
redonda. Un relato consolador que les dé sentido”.
En este sentido, aporta algunas ideas que posiblemente están
detrás de la génesis de este libro: “Nuestra identidad también es ficcional,
puesto que se basa en la memoria”. “Para vivir tenemos que narrarnos, somos un
producto de nuestra imaginación”.
Dice Montero al principio del libro “Como no he tenido
hijos, lo más importante que me ha sucedido en la vida son mis muertos, y con
ello me refiero a la muerte de mis seres queridos”. Y añade “somos relicarios
de nuestra gente querida. Los llevamos dentro, somos su memoria”. Reflexiona la
autora sobre como a medida que pasa el tiempo dejas de hablar de tus seres
queridos muertos. Si bien es cierto que hablar continuamente de los muertos
puede ser indicio de no estar realizado un saludable proceso de duelo, también
es verdad que a veces sientes que al irlos silenciando poco a poco los estás
traicionando. Los estás negando como Pedro
con Jesús. Me refiero a cuando dejas de
citar a alguien que ha sido fundamental en tu vida porque ha pasado el tiempo y
al final casi nadie de tu entorno lo conoció y no tienes con quién compartir
esos recuerdos. Pero sobre todo porque te das cuenta que cuando dices “cuando
mi padre…“ te das cuenta que hay gente que
nubla la vista como si fueras a ponerte a hablar de algo triste, cosa que los
contraria. Nos repele la tristeza, nos molesta. Ya no citas a tus muertos, reservas
esos momentos sólo con algunos de tus seres más queridos que no van a sentirse
heridos ni molestos.
Montero habla también
de las palabras que acompaña a la muerte de alguien y que escapan a nuestras concepción: “ Siempre,
nunca, palabras absolutas que no podemos comprender siendo como somos pequeñas
criaturas atrapadas en nuestro pequeño tiempo”. Antes había concluido: “Si puedes hablar de lo que te acongoja estás
de suerte: eso significa que no es tan importante. Porque cuando el dolor cae
sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la #Palabra”. En la misma línea añade “es tan grande que ni
siquiera parece que te nace de dentro, sino que es como si hubieras sido
sepultada por un alud” y también “la recuperación no existe: no es posible
volver a ser quien eras”
Autenticidad vs homogenización
Montero no se limita a hablar del dolor de haber perdido a
su pareja después de una larga enfermedad, se remonta a momentos de su infancia
como “Todo ese tiempo me costó empezar a sacar a la luz mi parte fantástica, a
esa niña imaginativa que había mantenido prisionera bajo siete llaves en mi
interior”. Visualizo perfectamente esa imagen en mi misma y recuerdo haber
encerrado en el armario y amordazada a esa niña que fui, demasiado imaginativa
y fantasiosa, porque durante los años de
la adolescencia y la primera juventud el sistema te fuerza a intentar pasar
inadvertida y no ser demasiado excéntrica si quieres ser aceptada socialmente.
Luego el trabajo es tuyo para encontrar la llave que escondiste en algún rincón
que no recuerdas y poder liberar a la niña que encerraste. El sistema educativo
de entonces tampoco favorecía que cada niño o niña desarrollara sus
potencialidades, su propio camino sino que nos pintaba a todos con la misma
capa de homogeneidad, donde la diferencia no estaba bien vista. Parece que la
renovación pedagógica actual busca romper con esa amputación de las alas de los
niños, espero que sea posible llevarla a cabo. “Todas esas pequeñeces, en efecto, conforman a
una persona. Son nuestra fórmula básica, el garabato único que cada uno dibuja
en la existencia”.
En este sentido, comenta en otro momento del libro “con el
tiempo he descubierto que la normalidad no existe, que no viene de la palabra
normal, como sinónimo de lo más común, lo más abundante, lo más habitual, sino
de normal, de regulación y de mandato. La normalidad es un marco convencional
que homogeneiza a los humanos, como ovejas encerradas en un aprisco; pero si
miras desde lo suficientemente cerca, todos somos distintos”.
Montero también habla de su historias de amor frustradas y
dolorosas con una metáfora muy clarificadora: “Ya se sabe que sufrir de mal de
amores es como marearse en un barco: a la gente tu estado le parece divertido,
pero tú te sientes morir”.
Incluso se refiere a esos destinos de viajes que se han
quedado en su corazón y que yo también tengo en el mío: Estambul, Islandia, las
hermosas iglesias de madera de Noruega. Habla de Alaska también, pero ese más
que en mi corazón lo tengo en mi frente como destino pendiente.
Sobre Marie Curie y
la figura de la mujer
A parte de las reflexiones sobre su propia vida, el eje del
libro es la existencia de Marie Curie desde su infancia en Polonia hasta su
muerte por culpa de la radiación de sus descubrimientos. Montero cita “el mayor descubrimiento de
Pierre Curie fue Marie Sklodowska. El mayor descubrimento de ella fue … la
radioactividad”.
Me ha encantado conocer esa fuerza de voluntad de Marie y de
su hermana por acceder al estudio y al conocimiento. En aquella época las
mujeres no iban a la universidad, y menos en Polonia ocupada por los rusos. Y
menos en una familia de recursos modestos. Ellas habían oído que en algunos
lugares como en Francia algunas mujeres habían osado estudiar en la
universidad. Es asombrosa la madurez y firmeza que demuestran ella y su hermana
mayor cuando en la adolescencia establecen un pacto de ayuda mutua. Marie trabajará
para pagarle los estudios a su hermana en la Sorbona de París, y una vez esta
finalice y se ponga a trabajar hará lo mismo con Marie. Así pues Marie pasa
entonces los años fructíferos de la adolescencia, posiblemente los más fértiles
para estudiar, trabajando de institutriz. Cuando su hermana mayor finaliza sus
estudios y le escribe para cumplir con su parte del pacto, Marie se echa atrás.
Cree que lleva demasiado tiempo lejos de los libros y que no está capacitada
para semejante esfuerzo. Y además acaba de sufrir un desengaño amoroso.
Afortunadamente cambia de opinión, porque sino la historia y la ciencia habrían
perdido sus grandes aportaciones. Sin embargo, piensas, de cuántas mentes
brillantes de mujeres como ella no nos habremos visto privados la Humanidad.
Montero explica el momento trascendental en el que Marie y
Pierre se conocen y descubren casi inmediatamente que son el uno para el otro,
situación que se me antoja casi un milagro. Que un hombre de su categoría
científica tenga la suerte de que se enamore de él una mujer tan excepcional
como Marie. Pero al revés es más improbable. Que una mujer que encajaba tan
poco en los cánones femeninos del momento encontrara un hombre que la amara,
deseara, respetara y estuviera dispuesto a trabajar a su lado aún es más increíble.
De todas formas, no nos engañemos, estamos hablando de
finales del siglo XIX y no podemos hablar de plena igualdad. Montero explica
como Pierre y Marie lo compartían todo, menos el trabajo doméstico. Incluso descubres en los diarios de Marie detalles
de esa inferioridad femenina que seguía vigente. Marie recuerda momentos
pasados con Pierre en las reuniones sociales o científicas cuando ella tiene la
sensación de que habla demasiado e intenta cederle el protagonismo a su marido “obedeciendo
a esa sensación que he tenido de que lo que tú pudieras decir sería más
interesante”.
La muerte de Pierre atropellado por un coche de caballos en
París es un mazazo para Marie que adora a su marido. El diario que escribió los
meses posteriores al fallecimiento y en el que se basa esta obra así lo
muestran. Marie no tiene entonces ni 40 años. Y unos años después, conoce a
otro hombre (desgraciadamente casado) y se vuelve a enamorar. Justo cuando le
conceden el segundo premio Nobel, esta vez ya en solitario, la esposa
despechada hace público en los medios de comunicación la noticia de la
infidelidad. El escándalo en la sociedad de entonces es tal que el Comité del
Premio Nobel le pide a Marie que no vaya a recoger el premio. Y ella responde
con una lúdica y maravillosa carta llena de dignidad: “La acción que usted me
recomienda me parece que sería un grave error por mi parte. En realidad el
premio ha sido concedido por el descubrimiento del radio y el polonio. Creo que
no hay ninguna conexión entre mi trabajo científico y los hechos de la vida
privada. No puedo aceptar, por principios, la idea de que la apreciación del
valor del trabajo científico pueda estar influida por el libelo y la calumnia
acerca de mi vida privada. Estoy convencida de que mucha gente comparte esta
misma opinión. Me entristece profundamente que no se cuente usted entre ellos”.
Como diríamos hoy en día: menudo zasca! Hay que decir que entre las reputadas
que apoyaron a Marie se encontraba el propio Einstein que le escribió una preciosa carta de apoyo.
Montero analiza el papel de la mujer y las dificultades que
tuvo Marie para hacerse un hueco, y qué hueco!!, en la sociedad científica del
momento. Aunque no ahorra algunas críticas a Marie Curie puesto que la define
dentro de “las mujeres pelota a aquellas que, tras triunfar con grandes
dificultades en la sociedad machista, se prestaban a ser utilizadas por esa
misma sociedad para reforzar la discriminación”. Ciertamente este tipo de
mujeres le hacen un flaco favor al resto cuando utilizan el discurso de “ves,
yo lo he logrado, si una realmente vale puede conseguir llegar” poniendo así el
peso de la responsabilidad en la falta de valía de la mujer y no en las
dificultades del sistema.
Al final de este breve experimento literario tenemos el
regalo de poder leer el texto íntegro del diario de Marie Curie en basa “La
ridícula idea de no volver a verte” y al que Montero se remite tantas veces a
lo largo del libro. En él descubrimos una mujer fogosa, apasionada pero también
desgarrada y desesperada, muy alejada de la imagen fría y distante que de ella nos
ha dejado la historia.
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