diumenge, 19 de novembre del 2017

El regalo literario de “La Ridícula Idea de no volver a verte” de Rosa Montero

Empecé a leer “La Ridícula Idea de no volver a verte” de Rosa Montero al final del verano por curiosidad y por afinidad literaria con la autora, pero resultó ser uno de los descubrimientos del año que me ha aportado tantas reflexiones interesantes de la autora, y también me ha abierto la puerta a líneas de pensamiento propias que aún no había explorado. Esta pequeña joya ha pasado bastante inadvertida, pero invito a muchas mujeres y hombres sensibles de mi entorno a descubrirla. Se trata de un género híbrido a medio camino entre el análisis literario y el libro de memorias personal.

A partir de la lectura del breve diario que Marie Curie escribió tras la muerte de su marido en un accidente, Rosa Montero hace un repaso de la vida de la célebre científica aportando sus propias reflexiones sobre el papel de la mujer en aquel momento histórico, incluso en l’actualidad. Todo ello complementado con fragmentos de la propia vida de Rosa Montero, especialmente su reciente viudez que es lo que en un principio la lleva a leer este diario de Curie.

Lejos de ser un texto triste como podría parecer al pensar que es una mujer que acaba de perder a su pareja y escribe sobre el diario de otra mujer en la misma situación, La Ridícula Idea de no volver a verte es inspirador, revelador, e incluso contagia entusiasmo y energía al reseguir la pasión de Curie por su profesión.   En la delicadeza de su prosa encuentro muchos pensamientos que comprendo perfectamente y vivencias con los que me identifico y que quería compartir.

Sobre la muerte y el proceso de duelo
Evidentemente en este libro hay mucho espacio para reflexionar sobre la muerte y el duelo. Montero cita un estudio mundial con resultados sorprendentes que aseguran que estar separado o divorciado aumenta el riesgo de sufrir depresiones agudas en doce de los países estudiados, mientras que ser viudo o viuda tiene menos influencia en casi todas partes.  Montero se pregunta “¿qué les falta a los primeros? Desde luego no la persona amada, sino una narración convincente y redonda. Un relato consolador que les dé sentido”.

En este sentido, aporta algunas ideas que posiblemente están detrás de la génesis de este libro: “Nuestra identidad también es ficcional, puesto que se basa en la memoria”. “Para vivir tenemos que narrarnos, somos un producto de nuestra imaginación”.

Dice Montero al principio del libro “Como no he tenido hijos, lo más importante que me ha sucedido en la vida son mis muertos, y con ello me refiero a la muerte de mis seres queridos”. Y añade “somos relicarios de nuestra gente querida. Los llevamos dentro, somos su memoria”. Reflexiona la autora sobre como a medida que pasa el tiempo dejas de hablar de tus seres queridos muertos. Si bien es cierto que hablar continuamente de los muertos puede ser indicio de no estar realizado un saludable proceso de duelo, también es verdad que a veces sientes que al irlos silenciando poco a poco los estás traicionando. Los estás  negando como Pedro con Jesús.  Me refiero a cuando dejas de citar a alguien que ha sido fundamental en tu vida porque ha pasado el tiempo y al final casi nadie de tu entorno lo conoció y no tienes con quién compartir esos recuerdos. Pero sobre todo porque te das cuenta que cuando dices “cuando mi padre…“  te das cuenta que hay gente que nubla la vista como si fueras a ponerte a hablar de algo triste, cosa que los contraria. Nos repele la tristeza, nos molesta. Ya no citas a tus muertos, reservas esos momentos sólo con algunos de tus seres más queridos que no van a sentirse heridos ni molestos.

Montero habla también de las palabras que acompaña a la muerte de alguien  y que escapan a nuestras concepción: “ Siempre, nunca, palabras absolutas que no podemos comprender siendo como somos pequeñas criaturas atrapadas en nuestro pequeño tiempo”. Antes había concluido:  “Si puedes hablar de lo que te acongoja estás de suerte: eso significa que no es tan importante. Porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la #Palabra”.  En la misma línea añade “es tan grande que ni siquiera parece que te nace de dentro, sino que es como si hubieras sido sepultada por un alud” y también “la recuperación no existe: no es posible volver a ser quien eras”

Autenticidad vs homogenización
Montero no se limita a hablar del dolor de haber perdido a su pareja después de una larga enfermedad, se remonta a momentos de su infancia como “Todo ese tiempo me costó empezar a sacar a la luz mi parte fantástica, a esa niña imaginativa que había mantenido prisionera bajo siete llaves en mi interior”. Visualizo perfectamente esa imagen en mi misma y recuerdo haber encerrado en el armario y amordazada a esa niña que fui, demasiado imaginativa y fantasiosa,  porque durante los años de la adolescencia y la primera juventud el sistema te fuerza a intentar pasar inadvertida y no ser demasiado excéntrica si quieres ser aceptada socialmente. Luego el trabajo es tuyo para encontrar la llave que escondiste en algún rincón que no recuerdas y poder liberar a la niña que encerraste. El sistema educativo de entonces tampoco favorecía que cada niño o niña desarrollara sus potencialidades, su propio camino sino que nos pintaba a todos con la misma capa de homogeneidad, donde la diferencia no estaba bien vista. Parece que la renovación pedagógica actual busca romper con esa amputación de las alas de los niños, espero que sea posible llevarla a cabo.  “Todas esas pequeñeces, en efecto, conforman a una persona. Son nuestra fórmula básica, el garabato único que cada uno dibuja en la existencia”.
En este sentido, comenta en otro momento del libro “con el tiempo he descubierto que la normalidad no existe, que no viene de la palabra normal, como sinónimo de lo más común, lo más abundante, lo más habitual, sino de normal, de regulación y de mandato. La normalidad es un marco convencional que homogeneiza a los humanos, como ovejas encerradas en un aprisco; pero si miras desde lo suficientemente cerca, todos somos distintos”.

Montero también habla de su historias de amor frustradas y dolorosas con una metáfora muy clarificadora: “Ya se sabe que sufrir de mal de amores es como marearse en un barco: a la gente tu estado le parece divertido, pero tú te sientes morir”.

Incluso se refiere a esos destinos de viajes que se han quedado en su corazón y que yo también tengo en el mío: Estambul, Islandia, las hermosas iglesias de madera de Noruega. Habla de Alaska también, pero ese más que en mi corazón lo tengo en mi frente como destino pendiente.

Sobre Marie Curie y la figura de la mujer
A parte de las reflexiones sobre su propia vida, el eje del libro es la existencia de Marie Curie desde su infancia en Polonia hasta su muerte por culpa de la radiación de sus descubrimientos.  Montero cita “el mayor descubrimiento de Pierre Curie fue Marie Sklodowska. El mayor descubrimento de ella fue … la radioactividad”.

Me ha encantado conocer esa fuerza de voluntad de Marie y de su hermana por acceder al estudio y al conocimiento. En aquella época las mujeres no iban a la universidad, y menos en Polonia ocupada por los rusos. Y menos en una familia de recursos modestos. Ellas habían oído que en algunos lugares como en Francia algunas mujeres habían osado estudiar en la universidad. Es asombrosa la madurez y firmeza que demuestran ella y su hermana mayor cuando en la adolescencia establecen un pacto de ayuda mutua. Marie trabajará para pagarle los estudios a su hermana en la Sorbona de París, y una vez esta finalice y se ponga a trabajar hará lo mismo con Marie. Así pues Marie pasa entonces los años fructíferos de la adolescencia, posiblemente los más fértiles para estudiar, trabajando de institutriz. Cuando su hermana mayor finaliza sus estudios y le escribe para cumplir con su parte del pacto, Marie se echa atrás. Cree que lleva demasiado tiempo lejos de los libros y que no está capacitada para semejante esfuerzo. Y además acaba de sufrir un desengaño amoroso. Afortunadamente cambia de opinión, porque sino la historia y la ciencia habrían perdido sus grandes aportaciones. Sin embargo, piensas, de cuántas mentes brillantes de mujeres como ella no nos habremos visto privados la Humanidad.

Montero explica el momento trascendental en el que Marie y Pierre se conocen y descubren casi inmediatamente que son el uno para el otro, situación que se me antoja casi un milagro. Que un hombre de su categoría científica tenga la suerte de que se enamore de él una mujer tan excepcional como Marie. Pero al revés es más improbable. Que una mujer que encajaba tan poco en los cánones femeninos del momento encontrara un hombre que la amara, deseara, respetara y estuviera dispuesto a trabajar a su lado aún es más increíble.

De todas formas, no nos engañemos, estamos hablando de finales del siglo XIX y no podemos hablar de plena igualdad. Montero explica como Pierre y Marie lo compartían todo, menos el trabajo doméstico.  Incluso descubres en los diarios de Marie detalles de esa inferioridad femenina que seguía vigente. Marie recuerda momentos pasados con Pierre en las reuniones sociales o científicas cuando ella tiene la sensación de que habla demasiado e intenta cederle el protagonismo a su marido “obedeciendo a esa sensación que he tenido de que lo que tú pudieras decir sería más interesante”.

La muerte de Pierre atropellado por un coche de caballos en París es un mazazo para Marie que adora a su marido. El diario que escribió los meses posteriores al fallecimiento y en el que se basa esta obra así lo muestran. Marie no tiene entonces ni 40 años. Y unos años después, conoce a otro hombre (desgraciadamente casado) y se vuelve a enamorar. Justo cuando le conceden el segundo premio Nobel, esta vez ya en solitario, la esposa despechada hace público en los medios de comunicación la noticia de la infidelidad. El escándalo en la sociedad de entonces es tal que el Comité del Premio Nobel le pide a Marie que no vaya a recoger el premio. Y ella responde con una lúdica y maravillosa carta llena de dignidad: “La acción que usted me recomienda me parece que sería un grave error por mi parte. En realidad el premio ha sido concedido por el descubrimiento del radio y el polonio. Creo que no hay ninguna conexión entre mi trabajo científico y los hechos de la vida privada. No puedo aceptar, por principios, la idea de que la apreciación del valor del trabajo científico pueda estar influida por el libelo y la calumnia acerca de mi vida privada. Estoy convencida de que mucha gente comparte esta misma opinión. Me entristece profundamente que no se cuente usted entre ellos”. Como diríamos hoy en día: menudo zasca! Hay que decir que entre las reputadas que apoyaron a Marie se encontraba el propio Einstein que le escribió una preciosa carta de apoyo.

Montero analiza el papel de la mujer y las dificultades que tuvo Marie para hacerse un hueco, y qué hueco!!, en la sociedad científica del momento. Aunque no ahorra algunas críticas a Marie Curie puesto que la define dentro de “las mujeres pelota a aquellas que, tras triunfar con grandes dificultades en la sociedad machista, se prestaban a ser utilizadas por esa misma sociedad para reforzar la discriminación”. Ciertamente este tipo de mujeres le hacen un flaco favor al resto cuando utilizan el discurso de “ves, yo lo he logrado, si una realmente vale puede conseguir llegar” poniendo así el peso de la responsabilidad en la falta de valía de la mujer y no en las dificultades del sistema.

Al final de este breve experimento literario tenemos el regalo de poder leer el texto íntegro del diario de Marie Curie en basa “La ridícula idea de no volver a verte” y al que Montero se remite tantas veces a lo largo del libro. En él descubrimos una mujer fogosa, apasionada pero también desgarrada y desesperada, muy alejada de la imagen fría y distante que de ella nos ha dejado la historia.

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