Ya
expliqué que aunque mucha gente considera que Varsovia es fea y no hay nada que ver, a mí me encantó. De
hecho, estuvimos cinco días y nos quedaron cosas por ver, la excusa perfecta
para volver.
Sin
duda, la zona más bonita de la capital polaca es el casco histórico, que fue
reconstruido al 100% después de la II Guerra Mundial puesto que fue
completamente devastada por los furiosos bombardeos nazis. Hitler se ensañó
para castigar la osadía de la población de Varsovia de rebelarse contra su
ocupación al levantarse en armas en verano de 1944.
Para
reconstruir la ciudad se inspiraron en fotografías y en pinturas, especialmente
en las de artista del s. XVIII Bernardo Belloto. Tal vez eso explique que el
centro de Varsovia parezca sacado de un cuento de hadas, de una película de
época. El esfuerzo de reconstrucción y la belleza de su resultado merecieron
que Varsovia forme parte de la lista mundial del Patrimonio de Unesco.
Además
de admirar los trabajos de reconstrucción, visitar la capital de Polonia es
adentrarse en la historia del siglo XX.
La ciudad antigua
Un
buen punto de partida para visitar el casco histórico de Varsovia es la plaza
Zamkovvy, una esplanada enorme que nos ofrece vistas de algunos de los lugares
más emblemáticos de la ciudad: el palacio, la columna de Segismundo, las
murallas de la ciudad, las casitas de colores.
Los
22 metros de la columna de Segismundo presiden la plaza y se han convertido en
un punto de encuentro. Se trata de uno de los reyes más importantes de la
historia de Polonia que trajo esplendor y poder al país. Justo enfrente
encontramos el Palacio Real, un imponente edificio de ladrillo rojo que ofrece
un marco precioso a la imagen de la plaza pero no tiene demasiado interés en su
interior.
Un
extremo de la plaza se adentra en el casco histórico y el otro es el inicio del
camino real (Krolewski) que conectaba Varsovia con Cracovia. Es una calle
larguísima elegante y hermosa, llena de edificios históricos, iglesias,
palacios, la universidad, la estatua en recuerdo de Copérnico, el Palacio
Presidencial donde vive el presidente del país, la Academia de Bellas Artes, la
Iglesia de la Santa Cruz, etc. Desgraciadamente, hoy gran parte de esa calle
está ocupada por cadenas de tiendas y restaurantes dirigidos al turismo, ese
aspecto sin identidad ni alma que acaban teniendo todas las calles comerciales
de Europa, unas exactamente iguales a las otras que no sabes si está es
Londres, Atenas o Budapest.
El
corazón del casco histórico de Varsovia es la Rynek Stare Miesto, la plaza
mayor, que está presidida por la estatua de la sirenita guerrera. Según cuenta
la leyenda, esta sirenita es hermana de la otra famosa sirenita, la de Copenhague.
Explican que las dos hermanas huyeron de las frías aguas del mar Báltico. Una
de las hermanas, cansada de nadar, se quedó en Dinamarca y la otra llegó hasta
Varsovia, donde fue captura y expuesta como en un circo. Esta sirenita que se
llamaba Szawa fue liberada de su captor por un joven pescador llamado War. No
hay que ser muy listo para sumar 2+2 y ver cómo se formó el nombre de Warsawa,
que es Varsovia en polaco.
La
misión de la sirenita era proteger a la ciudad de todos los males, por eso va
armada de una espada. Sin embargo, poco efectiva ha sido en su tarea porque la
capital polaca ha sido una de las más castigadas por la historia en Europa.
La
de la plaza vieja es la más conocida, pero toda Varsovia está repletas de
sirenitas. Grandes, pequeñas, en escudos, tiendas, farolas, adoquines,
fachadas, escudos, veletas. Nadie sabe cuántas sirenitas viven en Varsovia.
Detrás
de la enorme plaza mayor del barrio viejo hay una pequeña plaza encantadora que
acoge la Canonjía, una campana fundida hace más de 400 años. Justo al lado está
la catedral de San Juan, la iglesia más antigua de Varsovia, arrasada tras la
II Guerra Mundial.
La
ciudad nueva
Aunque
se le llame ciudad nueva por contraposición al barrio antiguo, esta parte de
Varsovia fue fundada en el siglo XIV. Aunque están una frente a la otra,
separadas por una calle, las dos ciudades tuvieron independencia durante muchos
siglos. Cada una tenía su propio ayuntamiento, tienen su propia plaza mayor, su
parroquia.
Uno
de los lugares más interesantes de la ciudad nueva es la casa-museo de Marie
Sklodowska, conocida como Marie Curie. En la fachada del edificio unos
misteriosos dibujos representan a la Marie niña, científica y madre. Una mujer
que pese a nacer cuando Polonia no existía como país sino que formaba parte de
Rusia. Y tal vez para reivindicar la existencia de su tierra olvidada, le puso
Polonio a uno de los elementos descubiertos que le dieron el Premio Nobel.
Separando
la ciudad nueva de la ciudad vieja encontramos la muralla que rodea el casco
antiguo y está muy bien conservada. Se puede recorrer desde la parte superior.
La
Varsovia de la II Guerra Mundial
El
gueto de Varsovia fue el más grande de Europa. Ya nada queda de él. Hoy es un
barrio gris de bloques de cemento. Sin embargo, toda la zona recuerda la
barbaridad que allí hubo con huellas y monumentos. Debido a la dispersión de
estos lugares y a la desolación del barrio, es recomendable una visita guiada
para descubrir los rincones más importantes de esta historia. En algunos puntos
del suelo están marcados los trazos de donde pasaba el muro del gueto, en la
calle Sienna aún podemos algunos de sus restos, también podemos visitar la Umschlagplatz, el Monumento a los Heroes del
Guetto, la prisión, el puente que dividía el gueto o el cementerio judio. En 21
lugares alrededor del antiguo muro han sido colocadas placas con el mapa del
gueto.
Creo
que la Varsovia judía merece una entrada entera del blog, así que lo publicaré
en los próximos días.
En
las murallas de la ciudad tienen un momento al Pequeño Insurrecto, como
homenaje a los niños que participaron en el levantamiento contra los nazis. En
el día de celebración, está repleto de flores, velas, y niños que visitan la
estatua. En la entrada de la ciudad nueva también encontramos el monumento al
levantamiento de Varsovia, un conjunto escultórico de bronce que muestra a los
insurrectos surgiendo de las alcantarillas y luchando en las ruinas de la
ciudad.
La Varsovia comunista
El
Palacio de Cultura y Ciencia es posiblemente el icono que representa la etapa
comunista de Varsovia. Construido en 1955, es uno de los edificios más altos
del país con 234 metros. Y desde el primer día hasta nuestros días ha sido un
edificio polémico.
Fue
lo primero que vi de Varsovia cuando salí de la estación de tren. Y resulta
impresionante nada más descubrirlo. Las opiniones se dividen sobre si es bonito
o feo, pero nadie duda de su imponencia. Es un claro ejemplar de ese tipo de
construcciones totalitarias con su enormidad descomunal para demostrarle a la
población quien tiene el poder, para que se sientan pequeños, humillados e
indefensos. Aunque fue un regalo de Stalin al pueblo de Polonia, es realmente
un símbolo de la dominación soviética. Se trata de un edificio con más de 3.000
habitaciones que alberga cines, teatros, salas de conferencias, exposiciones y
el reloj más alto del mundo.
Tomarse
una Cocacola en la terraza del bar que hay en la antigua sede del partido
comunista en Polonia parece una ironía. También lo fue que tras la caída del
comunismo, en este edificio se ubicó la bolsa de valores de Polonia. Y en la
actualidad es la sede del Centro Bancario y Financiero. Así, sin rencores. Sin
poner el dedo en la yaga. El que durante 30 conocidos fue un edificio
inexpugnable temido y conocido como “la casa blanca” es hoy un monumento muy
interesante.
La
estética monumental, gris, de cemento, domina una parte de la ciudad con
edificios y avenidas de estilo soviético. Ciertamente, no es una parte
atractiva estéticamente pero sí una visita histórica interesante si se hace
acompañado de un guía para conocer la vida en Varsovia bajo la dominación
soviética. El control, la censura, el miedo, el mercado negro, lo absurdo del
sistema, las burlas de la población, la escasez, la falta de libertad.
Otros
tesoros de Varsovia

- Una de las mejores vistas de la ciudad la encontramos en el tejado de la
biblioteca universitaria de Varsovia que es un jardín elevado completamente
gratis.
- El camino real
nos lleva hasta el Parque Lazienki, posiblemente el parque más bonito de todos
los que tiene Varsovia. Y mira que tiene. Un cuarto de su superficie son zonas
verdes y tiene 20 parques naturales y bosques en sus límites. Los domingos por
la mañana de verano, el monumento a Chopin y su gran y preciosa esplanada
acogen conciertos gratuitos de música clásica a manos de músicos de renombre.
- Los bancos musicales:
Varsovia es la ciudad de Marie Curie y también la de Chopin. Existen rutas
organizadas para seguir los pasos del músico genial. También lugares marcados
que fueron importantes en la vida del Chopin como la Iglesia de Santa Cruz
donde está su corazón (el resto del cuerpo está en el cementerio de Père
Lachaise en París) o su casa natal. A lo largo de toda la ciudad podemos
encontrar bancos donde podemos escuchar música compuesta por Chopin.
- El acantilado de los desperdicios es una
colina que hay junto a la plaza mayor del barrio antiguo. Lo que hoy es un
mirador sobre el Vístula fue el vertedero de la ciudad.
- La gastronomía: se come divinamente en Varsovia. Las carnes, los guisos, los pirogi, los dulces. Y muy bien de precio. Hay una cadena de comida tradicional polaca muy económica y muy buena, donde el personal va vestido con traje tradicional. A parte del detalle folclórico, vale la pena.
- Las visitas guiadas se pueden hacer gratis en inglés con FreeWalkingTours. Las visitas duran entre dos horas y media y tres horas, el inglés se sigue con facilidad y los guías muestran mucho interés y conocimiento del tema. Se paga la voluntad pero vale la pena.