2015 se ha
cerrado como el año en que no ha habido ninguna consecución de cima en elEverest en 40 años. Desde 1974 al menos una persona cada año había sido capaz
de subir al pico más alto del mundo. No me resulta mala idea que la cima del
mundo disfrute de un poco de tranquilidad y soledad después de tanta compañía
en los últimos años, aunque las causas sean tan tristes como el terremoto de
Nepal que hubo en primavera y que causó tantas muertes y arrasó el campamento
base.
Eran muchos
los expertos en alpinismo que no dejaban de quejarse que el Everest se
estuviera convirtiendo en “unas ramblas” con tantas ascensiones al año. El 10
de mayo de 1996 cerca de 40 personas intentaban subir a la montaña más alta del
mundo. Aquel día murieron 8 personas, y unos días más tarde 7 personas más. En
total, aquella primavera fallecieron 15 personas en el Everest, la temporadamás trágica de la historia.
Justamente
sobre aquella desgraciada ascensión de 40 personas trata la película “Everest”
que estrenaron en el 2015, el año sin cimas. Desde hace tiempo, siento interés
por las temáticas de montaña. Así, me gusta ver cine documental o de ficción
sobre alpinismo. Me gusta la montaña
como aficionada, pero mi experiencia se limita a trekking por España, Austria,
o Escandinavia. Nunca a escalar. Nunca con riesgo. Tal vez por eso, por lo que
sé que nunca me atreveré a hacer por miedosa y porque no tengo la condición
física necesaria, me gusta el género de montaña.
Después de
la película, he tenido ocasión de leer dos de los libros más importantes
que narran esa trágica aventura: “Into
Thin Air” traducido como “Mal de altura “de Jon Krakauer y “Everest 1996” de
Anatoli Boukreev.
Krakauer y Boukreev
Lo que me
queda aún más claro, por si alguna vez lo hubiera dudado que no es el caso, es
que subir al Everest es una experiencia que no está al alcance del común de los
mortales. Al contrario, es una prueba sobrehumana que precisa de unas
condiciones físicas extraordinarias, y también de que la providencia ese día
esté de tu lado.
En los dos
libros puedes comprobar que la montaña no tiene contemplaciones con nadie, y
que ni siquiera los más experimentados o curtidos están a salvo de sus
embestidas mortales. Los problemas de altitud, los edemas cerebrales o
pulmonares afectan a cualquier persona a esas alturas. Incluso los alpinistas
más experimentados son víctimas de sus consecuencias en esta fatídica
expedición.
La lectura
de los dos libros me ha resultado apasionante y emocionante. Eso sí, si tuviera
que quedarme sólo con uno elegiría sin duda el que se basa en las notas y
conversaciones de Anatoli Boukreev . Ciertamente, el de Krakauer
está muy bien escrito, la narración te atrapa, la descripción de los
participantes. Se nota que estamos leyendo la obra de un periodista y novelista.
Sin embargo, Krakauer es un experimentado montañista pero no es un experto en
alpinismo como Boukreev . En ese sentido, el libro de Boukreev resulta mucho más interesante
por los detalles y las explicaciones técnicas que te hacen entender la complejidad
y dificultad de escalar el gran gigante. Así, aprendemos sobre la aclimatación
a la altitud, el tipo de calzado, el uso del oxígeno, la instalación de
cuerdas, las diferentes etapas y pasos, la preparación física y mental, la
equipación que precisan los escaladores para semenajante prueba.
Boukreev se considera a sí mismo deportista y
no acaba de entender cómo algunas personas se planteen la posibilidad de
arriesgar su vida por llegar a la cima.
Tanto en el
libro de Krakauer como en el de Boukreev se cuestionan muchos aspectos
de la organización de las expediciones, especialmente algunas decisiones que
pudieron se decisivas. En el caso de Boukreev , se
vislumbra cierta crítica a las expediciones comerciales, a cómo los directores
acaban estando al servicio de los clientes, de sus caprichos, de sus
comodidades, de su satisfacción, sin priorizar otros aspectos como la seguridad
o la honestidad sobre si tienen o no posibilidades de llegar a la cima. Parece
que el hecho de pagar 60.000 dólares para participar en una expedición al
Everest debe garantizar llegar a la cima a cualquier precio. Y como decía, se
trata de una gesta que no siempre es posible. Que no está al alcance de la
mayoría de la población. En los dos libros se insinúa que tal vez el empeño de
los dos directores de expedición por asegurar que sus clientes lograran el
objetivo para el que habían pagado pudo llevarles a cometer errores que en una
expedición no comercial no se habrían cometido.
El libro de
Jon Krakauer generó una gran polémica puesto que casi acusa a Boukreev de haber sido uno de los
causantes de la tragedia al decidir, de común acuerdo con su jefe, avanzarse y
bajar al campo para descansar y poder volver a subir con más bombonas de
oxígeno puesto que los clientes se estaban quedando sin él. Parece ser que la
polémica fue finalmente zanjada y Boukreev recuperó su honor e incluso
recibir condecoraciones por su valiente rescate de tres de los montañistas
extraviados. Sin embargo, Boukreev no pudo disfrutar de esos
reconocimientos demasiado tiempo puesto que murió unos meses más tarde en una
avalancha en la montaña.
La milagrosa salvación de la fuerza
de voluntad
Uno de los
episodios mas asombrosos que apenas recogen los dos libros y se apunta en el
film es la milagrosa autosalvación de Beck Weathers. Y digo autosalvación orque
se rescató a sí mismo ya que fue dado
por muerto y abandonado en la montaña por los demás escaladores e incluso los
que subieron a rescatar supervivientes.
Weathers
que formaba parte de la expedición de Rob
Hall donde participaba Jon Krakauer no pudo ni siquiera intentar alcanzar la
cima porque a mitad de camino se quedó ciego. La altitud rebentó las heridas de
la operación de miopía que se había realizado el año anterior, justamente para
poder intentar culminar el Everest. El director de la expedición, Rob Hall, le
pidió que permaneciera donde estaba hasta que él bajara de la cima. Sin
embargo, Hall nunca bajó. Obedientemente, Weathers le esperó quieto y parado a
temperaturas extremas durante ocho horas. Ciego, pero escuchando pasar a su
lado a otros escaladores que ya regresaban de la cima, pero sin moverse porque
ninguno era Hall. Hasta que le alcanzó la tormenta que aisló al resto de
alpinistas y tuvo que bajar la montaña a tientas, ayudado por miembros de otras
expediciones. No puedo imaginarme lo que debe ser descender con crampones y
cuerdas a esa altitud donde el oxígeno no permite la concentración y con esas
temperaturas y sin visión. Ya sólo ese descenso me parece un milagro. Al final,
los alpinistas quedaron perdidos en medio de la tormenta y de la montaña y
Weathers quedó sepultado por la nieve.
Weathers
recuerda cómo oía voces de los otros montañistas que buscaban sobrevivientes y
todos lo daban por muerto, y él no podía hablar ni moverse para demostrar lo
contrario. Permaneció durante más de 36 horas en estado catatónico y en coma
hipodérmico, enterrado en la nieve. Y consiguió despertar, ponerse en pie,
moverse y llegar hasta el campamento donde lo vieron aparecer como si de un
fantasma se tratase.
Salvó su
vida en condiciones extremas usando su fuerza de voluntad para sobrevivir. Un
milagro que la medicina no acierta a explicar. Quizás por eso una de las
explicaciones más interesantes sobre este episodio es la conferencia en TedTalk que ofreció Ken Kamler, el único médico en la montaña que había, y que
formaba parte de una expedición que pensaba atacar la cima unos días después.
Kamler
atendió a los escaladores en aquellas horas determinantes y también al mismo
Weathers. El médico explica de manera muy ilustrativa cómo el cerebro de
Weathers se congeló en la hipotermia quedando en coma. En los gráficos se
observa la total ausencia de actividad cerebral en esa fase de coma, de
hipotermia. La conferencia del doctor muestra como la última zona del cerebro
de Weathers que se congeló fue la central donde se conservan los recuerdos. Y
fueron precisamente los emotivos recuerdos de su mujer y sus hijos lo que
generó la energía suficiente para trasladarla a otras partes del cerebro como
la de las que permiten el movimiento y el pensamiento para buscar la manera de
salir de aquel infierno.
Y una vez
más en una expedición llena de hazañas y de episodios sin precedentes, Weahters
pudo sobrevivir porque fue rescatado por un helicóptero que subió a una altitud
tan elevada como jamás antes había ascendido un helicóptero.
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