Grandes expectativas tenía puestas en la novela "La consolante" de Anna Gavalda. Había devorado con ansia "Ensemble, c'est tout" y también el compendio de cuentos "e voudrais que quelqu'un m'attende quelque part", que me parecieron historias cotidianas, sencillas, pero muy emotivas. Hay una historia en concreto que cada vez que la leo no puedo evitar que se me salten las lágrimas. Explica la historia de un hombre casado y con hijos, que nunca ha olvidado a su amor de juventud, y muchas veces en su vida cotidiana piensa en ella, en tomar una salida de la autopista que lleva a dónde ella vive. Hasta que un día recibe una llamada de ella para verle, para despedirse de él.
"La consolante" parecía que profundizaba en forma de novela en el triste
argumento de ese cuento que tanto me gustaba. Un arquitecto de éxito casado y con una hija de su mujer recibe un día una carta donde se le anuncia que ha muerto la mujer que ha amó desde la infancia, un amor hasta cierto imposible.
Así que he buscado la novela en francés por todos lados, incluso en Francia y no la había encontrado. Al final, me he rendido y la he leído en castellano. Y tengo que decir, que me ha decepcionado.
La empecé con una emoción contenida, esperando que me pasara por encima un tsunami de emociones y de tristeza. Como así fue. Subrayé muchas frases y párrafos de los primeros capítulos que leí, nuevamente con ansiedad e impaciencia. Cuando él descubre la carta, cuando busca los detalles de la muerte, le asaltan los recuerdos, visita su tumba, empieza a trastocar su vida. Pero entonces la novela se encalla, se hunde en el cambio de vida, en el hundimiento del personaje, en el hastío de su vida durante demasiados capítulos. Y la segunda parte de la novela presenta un giro inesperado, un nuevo escenario, nuevos personajes, un nuevo enfoque que te descoloca. De pronto, parece una película infantil. Una especie de Peter Pan que vive en un castillo-granja encantado lleno de niños y animales. La descripción del entorno es densa y demasiado exhaustiva, el libro avanza con lentitud por esas nuevas circunstancias, y al final estás deseando que se acabe.
Aún así, me quedo con los dos o tres primeros capítulos del libro que me arrebataron los primeros días.
"Ya me estoy blindando"
"Siento el vacío, ahí, junto a los flecos del borde de la alfombra, y me quedo rígido como una estatua, buscando instintivamente el quicio de la puerta o el respaldo de una silla, algo a lo que agarrarme"
"Levanto el primer pliegue de papel, oigo cómo me late el corazón, luego el segundo, mi corazón ya no late"
"Se le abre una grieta por dentro"
"El barniz se agrieta, las bisagras ceden y saltan las tuercas. No quiere"
"No se dispara a los convalecientes"
"Ya nunca volvería a contrarse sus labios, nunca los vería temblar o estirarse hasta el infinito. Ya nunca miraría sus manos. La cara interna de sus muñecas, el mapa de sus venas, el surco de sus orejas. Ya nunca sabría lo que ocultaba, tan bien, tan mal, tan lejos, detrás de sus sonrisas cansadas o sus muecas tontas. Ya no la miraría de reojo sin que ella lo supiera. Ya no le cogería el brazo de improviso. Ya no .. ¿De"
"La negó. Peor aún, la minimizó. Redujo la escala"
"Era la desconfianza. La certeza de la soledad. Y esa prudencia, de repente, esa extraña dulzura, ese cambio de voltaje, era un torniquete, un clamp en la vena cava"
"Y ella en su casilla de salida"
dimecres, 27 de març del 2013
"La consolante" de Anna Gavalda
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