dissabte, 11 d’octubre del 2025

Véneto. Descubrir Padua y regresar a Venecia. Y un bonus track con Vicenza


Siguiente etapa: Región del Véneto, con campamento base en Padua.

Apanas una hora y media de coche separan Bolonia de Padua, que elegimos porque está apenas a 25 minutos en tren de Venecia y nos parecía la forma más fácil para evitar acceder en coche a una ciudad tan masificada.

Y Padua fue un auténtico descubrimiento, uno de los mayores del viaje, tanto que decidimos quedarnos una noche más.

Es una ciudad universitaria encantadora, con bonitas calles y animadas plazas y un ambiente muy vital y alegre.  La Universidad de Padua de 1222 es una de las más antiguas de Italia, y este hito la convirtió en uno centro de conocimiento y cultura. Es muy agradable pasear por sus calles, visitar el baptisterio de San Giovani al lado de la catedral, y detenerse en sus bellísimas plazas como la Plaza delle Erbe y la Plaza de la Fruta con hermosos edificios como el Palazzo della Regione que se asemeja a un barco, así como la Plaza  dei Signori donde destaca la torre del reloj del siglo XIV.

Sin duda, recomendaría Padua para una visita. Pero además de la proximidad a Venecia, Padua también es un lugar de parada destacable si quieres visitar la capilla degli Scrovegni de Giotto, una de las joyas de la corona del viaje. Se trata de un espacio impresionante, conocida como la Capilla Sixtina, pero de menor dimensión (unos 1.000 m2) pero también más accesible para admirar las pinturas. Giotto pintó esta capilla en apenas 855 días entre 1302 y 1305, son considerados una de las obras maestras del arte occidental, un punto de inflexión en la historia de la pintura. Giotto, con su innovador uso de la luz, el color y la representación de emociones humanas sentó las bases para el arte renacentista. Están representadas escenas de la vida de Cristo, y podemos ver el que se considera el primer beso en la boca de la pintura, en este caso entre los padres de la virgen María, pero también vicios y virtudes y el juicio final. La capilla fue encargada a Giotto por Enrico Scrovegni, que se cuenta que era un  hombre muy rico pero muy déspota que de hecho aparece en el infierno de la Divina Comedia de Dante. Enrico está enterrado en el altar de al capilla.

Las entradas se agotan fácilmente y hay que reservar con antelación, se entra en un número reducido de personas por turnos. La entrada también incluye la visita al museo cívico de al ciudad.

La capilla se encuentra en el centro de la ciudad en un espacio excepcional en la plaza Eremitani entre las ruinas del anfiteatro romano, donde también se encuentra la iglesia degli Eremitani que da nombre a la plaza. Aunque perdió la mayoría de sus frescos en un bombardeo en la II Guerra Mundial, es un lugar de una solemnidad impresionante.

Pero Padua nos deparaba una preciosidad más. Nos acercamos a visitar la Basílica de San Antonio de Padua, que me hacía especialmente ilusión ver puesto que mi familia materna es muy devota de este santo. Se trata de ese tipo de santo familiar que casi forma parte de la familia, al que mi madre, tías, abuelas ponen velas constantemente ya sea en casa (siempre hay figuras y representativas en casa) o en la catedral. Así, que para mí fue emocionante poder ponerle una vela esta vez a San Antonio de Padua de verdad, puesto que es donde está enterrado. Descubrimos que además de mi familia, es un santo muy venerado y que la basílica es un lugar de peregrinaje (existe un camino de Sant Antonio para hacer a pie). Yo desconocía su importancia, pero es una de las iglesias más grandes del mundo visitada por 6.5 millones de personas cada año. Así que efectivamente había muchas personas rezando, haciendo peticiones y realizando ofrendas en la tumba del Santo. Está también la Capilla de las Reliquias de San Antonio que es un lugar, cuanto menos curioso, que a mi siempre me genera un poco de extrañeza.  Además del valor espiritual del lugar, la Basílica es impresionante, tanto por fuera como por dentro. Un imponente edificio de ocho cúpulas sin un estilo preciso, pero con influencia bizantina y el interior es gótico con bellísimas capillas altamente decoradas. Los frescos de la basílica han sido declarados Patrimonio de la Humanidad.

El camino desde la capilla de Giotto hasta la Basílica de San Antonio es casi en línea recta y si seguimos la calle acabamos en otro sitio sorprendente: el Prato della Valle. Se trata de la plaza más grande de Italia y una de las más grandes de Europa. Una enorme esplanada ajardinada atravesada por un canal que está recorrido con estatuas. La plaza está rodeada de palacios y pórticos. Hay una estupenda heladería portuguesa en una de las calles que van a parar a la plaza. En el Prato della Valle encontramos también la Basílica de Santa Justina de Padua.

Como nos quedamos más días de los previstos, tuvimos tiempo de pasear y volver a recorrer algunos lugares de esta hermosa ciudad.

Elegimos un alojamiento cerca de la estación y está vez acertamos con la distancia, y que tuviera aparcamiento vigilado para poder dejar la furgoneta. Resultó ser un antiguo hospital o residencia hospitalaria transformada en hotel que podías intuir por las dimensiones del ascensor, la recepción con la forma de la zona de enfermería, la sala de espera convertida en office, las puertas batientes  para dar acceso a los pasillos y la distribución de las habitaciones. Era un lugar sencillo, económico y tranquilo, únicamente echamos de menos algunos temas como tener nevera en la habitación o que al menos no se apagara la electricidad al salir de la habitación, desconectando también nuestra nevera portátil. También tienen un servicio de recepción muy limitado, sólo por las tardes. El hotel estaba en un barrio residencial de clase humilde.

 Regreso a Venecia

Tomamos el tren a primera hora y media hora llegamos a la estación de Santa Lucia de Venezia. Y nada más salir de la estación ya te inunda la belleza. Giraría en redondo embelesada, no pararía de hacer fotos, porque cada calle, cada callejón, cada rincón, cada fachada, me parecen un maravilla. Sí, hay mucho turismo (obvio!! No estábamos nosotros también allí, nadie quiere perderse esta ciudad!), es una ciudad laberíntica donde te desorientas con facilidad, todo es caro y turístico pero es un lugar que hay que visitar. Sin ser una de mis ciudades preferidas, sí que creo que posiblemente sea la ciudad más bonita del mundo. Pese a la masificación turística y los envites del tiempo y el clima, esta antigua potencia comercial y marítima se ha mantenido como en su época de esplendor. Es como un viaje en el tiempo.

Ni que decir que tiene que esta vez disfruté la ciudad mucho más que la anterior, cuando hacía frío porque era invierno, llovía y mi compañera de viaje se puso enferma y tuve que explorar sola la ciudad. También es cierto que el calor hizo estragos  y tuvimos un momento de casi desfallecimiento que tuvimos que refugiarnos en la Basílica de la Salute un rato.

En esta ocasión también tuve la oportunidad de visitar la Catedral de San Marcos por dentro, que no lo había hecho la vez anterior. Compramos las entradas allí mismo en la cola de la catedral. Si el exterior es una maravilla, el interior no se queda corto. Me pareció una preciosidad. Eso sí, al revés del disfrute que tuvimos en la catedral de Siena de poder recorrerla a nuestro ritmo y recrearnos, en la catedral de Sant Marcos el recorrido está marcado y no puedes detenerte demasiado en los detalles.

También vivimos algunos momentos curiosos, propios de la explotación privada de la ciudad, como unas personas de seguridad que llamaban la atención a cualquiera que se sentara en el suelo y en un escalón de la plaza de San Marcos. Si querías descansar tenías que hacerlo en una terraza, pagando esos precios abusivos que imaginamos.

Regresamos a media tarde callejeando hasta la estación y en media hora estábamos en el hotel para descansar del intenso día.

Un cambio de planes nos lleva a Vicenza

En nuestros planes nos tocaba emprender la ruta hacia Dolomitas. Sin embargo, la previsión del tiempo anunciaba alerta de tormentas eléctricas.  Después de muchas dudas, consultas, incertidumbres, decidimos quedarnos un días más en el hotel-residencia de Padua para esperar a ver cómo progresaba la previsión del tiempo. Dudamos entre visitar Verona y finalmente, y en previsión también de lluvias en la zona, decidimos ir a Vicenza que está apenas a 17 minutos en tren de Padua.

Una amiga profesora de historia del arte nos había recomendado acercarnos a esta casi desconocida ciudad que ¡oh sorpresa! es patrimonio de la Humanidad (¿Cómo todo en Italia?). Vicenza es conocida especialmente por las obras de Andrea Palladio, el creador de la arquitectura Palladiana, uno de los exponentes más conocidos es la Casa Blanca en Estados Unidos. 

En Vicenza puedes visitar también el teatro romano, máximo exponente del estilo palladiano, obra maestra del Renacimiento y el mayor teatro cubierto del mundo. Pero tengo que confesar que nosotros, optamos ese día por pasear y callejear y no dedicarnos a visitar monumentos. Además era día de mercado en Vicenza, un enorme mercado que iba recorriendo sus plazas y calles y al que fuimos siguiendo en nuestro recorrido. El mercado acababa en la plaza dei Signori, muy bonita y con hermosos edificios que quedaban ensombrecidos con las paradas del mercado.

Fue un día agradable, tranquilo, que también nos sirvió para recuperarnos de la intensidad de visitas de los días anteriores.

Regresamos a Padua a media tarde y aprovechamos para volver a pasear y comernos un helado.  Al anochecer tomamos una decisión sobre nuestra siguiente etapa: Dolomitas.

Gastos

Hotel de Padua. Casa di Accoglienza Lucia Valentini Terrani. 69 euros la noche habitación doble

Entradas a la capilla degli Scrovegni 16€ persona

Entradas a la Catedral de San Marcos. 10€ persona

Tren de Padua a Venecia ida y vuelta: 9.8€ persona

Tren a Vicenza ida y vuelta: 9,8€ persona

Peaje de Bolonia a Padua: 8,7€

 

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