En esta semana marcada mediáticamente por el triunfo de la revuelta ciudadana contra la tiranía en Egipto, no me ha pasado inadvertida otra noticia que tal vez algún día podrá vincularse con la primera. Esta semana ha llegado a Cuba el cable submarino de fibra óptica que teóricamente mejorará el acceso a Internet en la Isla.
Cuba es el país de América Latina con menos acceso a Internet. He vivido en propia piel los intentos vanos de lograr enviar un sencillo correo electrónico. Que no haya conexión en las zonas rurales o ciudades secundarias como Santa Clara o Pinar del Rio puede entenderse, no tanto que no exista acceso en zonas tan turísticas como Varadero, pero lo más surrealista es asistir, y protatonizar, la gimcana de los visitantes que recorremos los mejores hoteles de La Habana buscando conexión. La conexión en los hoteles funciona mediante unas targetas de 3, 5 o 6 euros con un códido que suministra la compañía oficial de telefonía. Si la compañía se queda sin targetas, La Habana puede quedarse dos, tres, seis días sin Internet. También porque la compañía estatal no tiene ninguna prisa, y tal vez interés, en distribuir nuevas. Y cuando consigues conexión la media hora de aceso a Internet puede costarte unos 5 euros. Teniendo en cuenta que los cubanos cobran una media de 20 euros al mes…. Es evidente que la conexión a Internet no es una de sus prioridades. Y es que además, en esa media hora puedes sentirte afortunado si logras enviar un correo electrónico. La isla dispone de una conexión de internet desde 1996 mediante un enlace por satélite con un ancho de banda de 65 megabytes por segundo de bajada y 124 de subida.
Teniendo en cuenta estas condiciones, se entiende que sólo un cierto número de profesionales del sector académico, científico, cultural o periodístico tengan acceso a Internet desde sus casas en Cuba. Hemos estado en una de esas casas, donde el ordenador del hogar afortunado se convierte en un punto de encuentro y reunión de todo el vecindario como en otro tiempo fue aquí en España la televisión que sólo tenían unos vecinos de la escalera. También hemos conocido otros casos donde trabajadores del Estado con acceso a Internet reciben al acabar la jornada laboral las visitas de sus inumerables hermanos y primos (aunque uno sea mulato y el hermano blanco con ojos azules) que aprovechan la visita a la oficina para consultar el correo.
Las autoridades de la Isla culpan de esta situación, como de casi todo, al bloqueo de Estados Unidos que no permite una conexión más barata y rápida. En Cuba todo el mundo hablaba del verano pasado de la llegada del cable submarino desde Venezuela. Ese momento ha llegado, esperamos que signifique realmente el acceso de la ciudadanía a Internet. Y volviendo a la primera idea tal vez este hecho comporte alcanzar nuevas cuotas de libertad para los cubanos. En estas últimas semanas ya hemos asistido emocionados a como el poder democratizador y exponenciarl de las redes sociales puede cambiar la historia, cambiar un país, derrocar una dictadura. Esta libertad de publicación, el potencial de difusión y la facilidad de acceso suponen que la ciudadanía adquiere un poder que me atrevería a decir que no ha tenido en ningún otro momento de la historia.
En Cuba son bien conocidos los vanos esfuerzos del régimen castrista por controlar la información que se publica en Internet desde la isla al margen de la información oficial. La bloguera Yoani Sánchez es la principal representante de ese movimiento de blogs críticos contra el régimen. Pese al acoso que reciben los blogueros (vigilancia constante, cortes de suministro, prohibición para viajar fuera de Cuba) y las dificultades que existen para acceder a Internet desde la isla caribeña, los blogueros consiguen dar voz a su opinión en Internet. Con las mil y una triquiñuelas (como publicar los mensajes de twitter enviándolos al un contacto en el extranjero por sms) pero logran escapar al control gubernamental.
¿Quién sabe si Internet será la mecha que haga prender el cambio en Cuba? Un cambio que no se ha exigido por la población hasta ahora. “Es imposible que la población se revele contra el poder en un país donde siempre es verano”, nos explicaba un amigo eb La Habana con amargura. Cuando hace calor la gente está más contenta, no se indigna, y además el calor te aplatana, te hace caer en una pereza y somnolencia incompatibles con la rabia. Esa es la teoría desesperanzada de un hombre extremadamente crítico e inconformista al que la Isla le corta las alas. Ojalá Internet se las devuelva.
diumenge, 13 de febrer del 2011
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